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Unos pequeños zumbidos me hicieron volver a la realidad, me alejé de Manu y cogí mi móvil. «¿Ismael?» pensé, tenía dos llamadas perdidas suyas y un par de mensajes.

Ismael: quizás no sea un buen momento, siento haberte llamado, sólo quería saber si mañana podías quedar...
Ismael: me sigues debiendo una merienda o algo ;)
Ismael: y oye, ¿por qué estabas con Manu?

¿Y a él que le importaba con quién estaba? «Quizás se preocupa por mí» al pensar en eso noté como una pequeña sonrisa apareció en mi cara. Lo dejé en leído y bloqueé el teléfono.

Ismael: ¿Aina...?

–¿Quién es? –me quitaron el móvil de la mano–. ¿Ismael? ¿Debería ponerme celoso? –puso sus manos en su cintura, imitando una cara de enfado.

–¿Q-qué? –miré sus ojos–. A ti nunca te haría daño, te quiero demasiado como para eso –sonreí–. Ya deberías saberlo.

–Bueno, confío en ti –me devolvió el móvil–. ¿Por dónde íbamos? –se acercó poco a poco a mí con la intención de volver a besarme, yo tapé sus labios con mi dedo índice, besé su frente para despedirme y fui a mi casa.

Aina: siento no haber contestado.
Ismael: no pasa nada.
Aina: y no te incumbe con quiénes esté o no.
Ismael: ya... solo me preocupaba por ti.
Aina: ¿preocuparte de qué?
Ismael: te vi muy cercana a él... Y no sé.
Aina: ¿celoso? ;)
Ismael: ¿celoso de qué? :$
Aina: de que seamos pareja.
Ismael: ¿e-estáis juntos?
Ismael: da igual. ¿Mañana quedamos?
Aina: pues vale.

En realidad tenía ganas de volver a quedar con él, es una compañía bastante agradable y un buen amigo. Aunque recordé lo que me había dicho Aina el día que conseguí su número “sé a quién le gustas”... Quizás por eso reaccionó tan borde.

–No –hablé en alto y sacudí mi cabeza–. Estoy bien con Manu, estoy enamorado de él, ¿qué te pasa? –pregunté mirando hacia arriba, posando mis manos en mi cara–. No importa lo que Ismael haga, amo a Manu y ya está.

*****

–Pensé que no llegarías nunca –gritó Ismael lejos de mí–. De hecho, estaba a punto de irme.

Había quedado con él a las 18:00 y como se me hizo tarde, llegué a las siete y cuarto. Me disculpé por atrasarme y empezamos a caminar.

–No tenías que disculparte, también es culpa mía por llegar más temprano –dijo Ismael soltando un pequeño suspiro mirando hacia el cielo.

–¿Temprano? ¿Hace cuánto llegastes? –me miró a los ojos, lo cual hizo que me incomodase un poco, su mirada me comunicó que no era importante esa información.

Seguimos nuestro camino, no nos dirigíamos hacia ningún sitio concreto, solo nos dejamos llevar mientras conversábamos. Empezamos a hablar del tiempo y terminamos hablando del espacio, las estrellas y las galaxias, seguíamos un hilo de conversación sin ningún orden, las palabras salían de nosotros de forma fluída y no hubo ningún silencio incómodo.

–¿Y tus padres qué opinan de que dejes los estudios? –pregunté, él se incomodó.

–Eh... No opinan nada –su tono de voz se tornó triste y miró al suelo.

–¿No? ¿Cómo que no? –quise saber.

–N-no es importante.

–¿Estás bien? –toqué su hombro, me miró de nuevo a los ojos pero esta vez los noté llorosos–. No quería hacerte sentir mal, Ismael, si quieres hablar aquí estoy.

–Verás –tomó aire y siguió caminando posando la mirada en sus pies–, mis padres fallecieron en un accidente de tráfico hace unos meses y... –soltó todo el aire que tenía en los pulmones y continuó–. Y mis hermanos están fatal, como puedes ver soy el mayor de los tres y tengo que cuidarlos, así que tuve que dejar los estudios para poder mantenerlos.

–No tenía ni idea... –lo abracé–. Siento lo de tus padres, de verdad, tienes que ser muy fuerte para seguir adelante...

–E intento serlo –interrumpió–. Cuido de las personas que quiero, por eso me preocupo por ti –me miró y me sonrrojé inmediatamente–. No quiero que te pase nada, ten cuidado.

–¿Cuidado de qué? Tu amigo Juan me adivirtió lo mismo la última vez que quedamos nosotros –se quedó extrañado, como diciendo “¿cuándo fue eso?”–. Justo cuando fuistes a pagar.

–¿Hablastes con Juan? ¿Te dijo algo más?

–La verdad es que no, ya podrías decírmelo tú que se ve que también sabes lo que ocurre.

–Deberías enterarte por ti misma –sonrió triste mirando al horizonte–. No estoy para hacerte daño yo. Además si te lo digo, no me vas a creer.

La verdad es que no entendí por qué decía que no lo iba a creer, no teníamos mucho contacto pero tampoco soy tan cerrada de mente. ¿Cuidado de qué? Esa pregunta no dejaba de aparecer en mi cabeza una y otra vez. Me despedí de Ismael porque cada vez me sentía peor y no tenía fuerzas para continuar caminando.

Al llegar a mi casa, saludé a mi familia y corrí a mi habitación. Una vez en la cama, cerré los ojos y me quedé profundamente dormida.

*****

Encendí mi móvil después de una semana sin usarlo, desde que había quedado con Ismael no me entraron ganas de encender el aparato y tampoco de salir a la calle. Ya estábamos en las vacaciones de navidad, así que no me molesté en salir mucho de mi habitación y menos de mi casa, si eso salía para comprar y hacer un par de recados que mi madre me ofrecía.

Tenía unos mensajes, «seguro son de Manu, hace tanto que no nos vemos. O quizás Yaneli, hace mucho que no hablamos» pensé ilusionada, tenía muchas ganas de volver a hablar con las personas que tanto quería. Entonces, al abrir la aplicación, me di cuenta de que tenía cinco chats por responder: tres de ellos eran grupos, estaban totalmente petados pero no había nada importante, solo un par de cadenas y memes graciosos; los otros dos eran chats individuales, en uno de ellos habían más veinte mensajes, no miré el nombre del contacto, ya sabía que sería Manu o, quizás, Yaneli. Pero me volví a equivocar.

Tenían que ser dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora