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Ya mil vueltas había dado en la cama para conciliar el sueño, no había manera. De vez en cuando miraba cómo descansaba mi amiga, no dejaba de roncar y dormía en una posición que se veía bastante incómoda pero graciosa al mismo tiempo. Los minutos parecían horas y se me era imposible conseguir dormir. A parte de los ronquidos de Yaneli, no dejaba de plantearme qué estaba pasando por cabeza, podía decir que tenía pareja y aún así cuando estuve hablando con Ismael me puse muy nerviosa sin motivo alguno, ¿qué estaba pasando por mi cabeza?

Un fuerte estruendo que provenía de abajo me sacó de mis pensamientos y no pude evitar incorporarme en la cama del susto, no sabía qué había sido ese ruido pero estaba muy, muy asustada.

–Es imposible que sea un fantasma –susurré–, esas cosas no existen –reí histérica por lo bajo. No dejaba de ponerme nerviosa al escuchar unos pasos torpes subiendo las escaleras, los cuales estaban abriendo la puerta de la habitación en la que me encontraban.

Me escondí bajo las sábanas hasta que se encendió la luz y dejé atrás todo el miedo que tenía, me dispuse a levantarme y golpear lo que fuera que estuviese abriendo la puerta, hasta que gritó.

–¡Qué haces aquí! –gritó el chico–. Casi me da un infarto –puso su mano en su pecho.

–¿Carlos? –él era el hermano de Yaneli, tenía un par de años más que nosotras, era bastante alto y tenía el pelo rubio al igual que su hermana, se podría decir que eran gemelos de no ser por la diferencia de edad.

–¿Cómo que “Carlos”? –puso sus manos en su cintura, tenía cara de enfadado–. Estás en mi casa, ¡En mi cama! ¿Y solo te atreves a decir mi nombre después de darme un susto de muerte?

–Vas a despertarla –apoyé la espalda en la pared, sentándome en la cama–. Habla más bajo –suspiré porque mi amiga no se había despertado–. No es muy difícil de entender: era tarde y me dijo de quedarme, como tú no estabas en casa me quedé en tu cama.

Él no contestó, se limitó a asentir a lo que le había dicho y a dejar su chaqueta tras la puerta para luego irse de la habitación, se notaba que estaba muy cansado, cosa que yo no así que le seguí para asustarle otra vez.

Al salir del cuarto, intenté no hacer ruido caminando de puntillas y cerrando lentamente la puerta. Por ir tan despacio, perdí de vista al rubio y no le escuchaba por ninguna parte, así que decidí ir al baño, tenía muchas ganas de ir a hacer mis necesidades hacia mucho tiempo y ahora que no conseguía dormir era una buena idea.

Abrí la puerta del baño y ahí estaba Carlos, desnudo en mitad del baño.

–¡Aina! –echó un grito que hasta en mi casa lo podrían haber escuchado, yo nada más ver la escena me había tapado los ojos–. ¿Q-qué haces? –noté que se ponía una toalla delante.

–Quería venir al baño –dije todavía con los ojos tapados. Muriéndome de la vergüenza me disculpé y cerré la puerta.

Bajé al salón, allí había otro baño, aunque se me habían quitado las ganas de ir, fui a lavarme la cara para olvidar aquella imagen. Salí del baño y me senté en el sofá recogiendo mis piernas y abrazándolas, literal parecía una niña traumada lo cual era extraño ya que no había sido para tanto.

–Eso fue raro –dijo su hermano mientras se secaba el pelo con la toalla y bajaba las escaleras–. Siento que me hayas tenido que ver así –rio.

–B-bueno –miré al suelo–. La culpa fue mía en realidad, lo siento.

–No te preocupes –soltó una carcajada–. ¿Querías hablar de algo? No me parece que querías verme desnudo –su cara se tiñó de un color rosa y una pequeña sonrisa se dibujó en ella.

–¿Q-qué? ¡Claro que no! –me tapé la cara con un cojín, solo con verle recordaba lo que acababa de ver en el baño–. Solo me aburría y quería asustarte.

–Y sin duda lo conseguistes –me tocó el hombro–. Pero tampoco soy tan feo como para ponerte así –rio nervioso–. Además fue un segundo.... Mejor vete a dormir ¿vale? No sé qué decirte y estoy estropeando la situación –sonrió, siempre había sido muy torpe, más cuando está nervioso.

Yo solo asentí y subí rápido las escaleras, al ir corriendo me cansé demasiado y al acostarme sentí mi corazón latir muy rápido.

*****

Ya habían pasado un par de semanas desde el cumpleaños de mi mejor amiga, esa tarde habíamos quedado de nuevo pero esta vez me avisó de que vendría Raquel, lo cual a lo mejor también estaría Ismael aunque a mi me dio un poco igual. Ya me había aclarado bastante, estaba feliz con Manu y no tenía hueco para más personas en mi corazón —a parte de mi mejor amiga, mi familia y unas cuantas personas mal, claro—.

Aina: ¿vas a invitar a Manu?
Yani💕: mejor no.
Aina: ¿por qué?
Yani💕: aún no sabemos quién ira y como Isma se acerque mucho...
Aina: bueno lo que tu digas, ya voy para allá.

Por el camino fui escuchando música, puse el reproductor del móvil en aleatorio y salió Thinking out loud de Ed Sheeran, esa canción me la había recomendado Manu una de las primeras veces que quedamos como pareja. Sonreí, cerré los ojos unos segundos y disfruté de la canción durante todo el trayecto.

Al llegar allí no vi a Ismael y eché un suspiro sin quererlo, hasta que alguien me asustó por detrás.

–¡Bú! –me giré y lo vi–. ¿Qué? No me esperabas ¿a que no?

–La verdad es que contaba con que vendrías, pero no tenía muchas ganas de verte –me quedé un poco impresionada por aquellas palabras que había soltado ¿de verdad dije eso en voz alta? Me sentí fatal.

–Vaya... –se rascó la nuca e hizo una mueca de tristeza mirando al suelo–. Eso me dolió –sonrió y volvió a mirarme–. Pero bueno, no pasa nada, ¿damos una vuelta?

–Yo vine por Yaneli –miré alrededor por si conseguía verla–. Ah, mírala allí... –estaba muy cerca de Raquel, así que supuse que si me acercaba iba a molestar, así que acepté la propuesta del chico.

–¡Genial! –dijo emocionado poniendo sus manos en sus bolsillos–. Vamos pues, madame.

Tenían que ser dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora