TREINTA Y CINCO: Esclava de mis palabras

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- Hola Micaela - la saludó Ignacio cuando ella ingresó a su oficina. - Me sorprendió cuando me dijeron que querías verme.

- Sí... - murmuró la rubia sentándose enfrente del mellizo. - Estuve pensando mucho y... quiero contar todo lo que sé.

Nacho abrió los ojos asombrado. Si bien sospechaba que Micaela sabía más de lo que decía, ahora ella mismo se lo confirmó y además, estaba dispuesta a hablar.



Él se acomodó en su silla y permanecieron los dos en silencio durante unos minutos evaluándose mutuamente.

- Bueno... - suspiró el fiscal finalmente. - Es sorprendente que después de tanto tiempo te decidas ahora hablar.

- Mejor tarde que nunca - sostuvo la rubia. 

- Cierto - concordó Ignacio. - ¿Desde cuándo sabes todo?

- Desde el primer momento - reconoció Micaela.

- ¿Porqué no contaste todo antes? - cuestionó confundido Nacho. - ¿No querías que los causantes de las muertes de tus padres y de tu tío pagara su delito? 

- Es lo que más deseo - sollozo la rubia. - Pero cuando te lo cuente vas a entender... todo es más complicado de lo que crees. 

- Bueno Mica, tranquilizate, toma agua y respira. Voy a escucharte - dijo el otro mellizo Nayar tomándole la mano y acariciándole los nudillos.

- No eran mis padres los blancos, era Victor Martinelli. - Aseguró Micaela. 

Durante todo el caso, se manejo la teoría que el accidente fue provocado con el fin de acabar con las vidas de los Viciconte. El hecho que ahora se revelará que no fue así, fue un balde de agua fría; la justicia nunca iba a dar con la verdad sin el testimonio de la rubia. 

- No era el primer atentado contra su vida que sufría. Hubo muchos otros intentos fallidos, obviamente. Alguien lo quería muerto. 

- No puedo creerlo - respiró él pausadamente - tantos años y nunca llegamos a algo remotamente cercano a esto. 

- Tío Victor me dejo una carta antes de subirse a ese avión. Me pidió que solo la abriera en caso de su muerte, me hizo prometer porque así fuese. - explicó ella. - Y así lo hice. 

- ¿Dónde está esa carta? ¿Hay nombres? - preguntó ansioso el castaño, finalmente se estaba descubriendo la verdad del caso por el que tanto había trabajado. 

- Sí, hay nombres. Voy a compartirles esa carta, voy a dejársela a la justicia. 

- Mica, no voy hablarte como fiscal, sino como amigo. Nos conocemos hace mucho y quiero que sepas que voy hacer todo lo posible por ayudarte, pero ¿sabes que haber ocultado esto durante todos estos años va a traerte serias consecuencias no?

- Sí Nacho, estoy dispuesta a enfrentarlas. - respondió con la voz quebrada y lágrimas en los ojos Micaela. Saco la carta de su bolso y se la tendió al fiscal. - Cuenta que hace muchos años atrás conoció a una mujer de la cuál se enamoró, tuvo un romance fugaz y él tuvo que marcharse. Unos años más tarde se enteró que de ese amorío había nacido un bebé, Dalila. Cuando quiso acercarse, la madre no se lo permitió. - Le resumió la carta para que hicieran más rápido.

- ¿Tiene algo que ver la historia con el accidente? - Ignacio no entendía la relación entre las cosas.

- Supongo, cuando abrí la carta en busca de respuestas me lleve una sorpresa. ¿Ahora entendes porqué no hable? No comprendía, quería saber y pensé que buscando las respuestas por mi cuenta iba a ser más fácil, pero no. Pasaron años y aún no hay culpables. - reflexiono Micaela. - Fui reina de mi silencio durante todo este tiempo... llegó el momento de ser esclava de mis palabras.

Dueña de mi silencio, esclava de mis palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora