CAPÍTULO 3
Miriam y David fueron amigos desde la primaria de Marcela y Hugo. Siempre salían en citas de a 4 e incluso se casaron con sólo semanas de diferencias.
Mientras los Viciconte tuvieron una sola hija, los Ferrario fueron padres de dos varones. Matías, el mayor y Lucas, el más chico.A Lucas le gustaba usar el apellido de soltera de su mamá, Velasco. Decía que no quería que la gente se le acercará sólo por ser un Ferrario. El morocho de ojos castaño se había ido a terminar la secundaria a New York, donde tenía unos tíos con los que se quedó los últimos años. Cuando cumplió la mayoría de edad se fue a recorrer el mundo, pero con la muerte de David sabía que había llegado el momento de volver.
20 años tenía cuando se decidió volver a Buenos Aires. 5 años habían pasado desde que se fue. Cuando bajó del avión y recogió sus valijas para tomar un taxi. Volver a ver su país natal le resultó extraño.Sabía que iba a tener que vivir con su hermano, al que no veía desde hace mucho. Ellos se llevaban 4 años y no habían compartido mucho de chicos. Lucas era lo contrario a Matías, era irónico y malhumorado. Con un fuerte carácter y muy avasallante.
Nunca había estado de novio. No le gustaban los compromisos. Y sólo se había enamorado una vez, de una mujer más grande que él que ni sabía de su existencia. Lucas la amaba en secreto y ella sin saberlo le había roto el corazón cuando se puso a salir con Matías. Por eso, el menor de los Ferrario había decidido marcharse del país, no se creía capaz de soportar verla en brazos de su hermano. Dos años más tarde, su mamá había viajada hasta Estados Unidos para visitarlo, inocentemente le había comentado que su hermano se había separado de la mujer por la que Lucas aún suspiraba. Se alegró, no iba a negarlo, ella volvía estar soltera y por un momento se le cruzó volverse en ese instante a Buenos Aires. Pero ya le quedaban unos meses para graduarse y no quería tirar sus estudios por la borda. Y así, fue como Lucas continuo su vida olvidándola.●●●●●●●●●●
Paio y Bruno estaban terminando de arreglar un auto. Ellos trabajan para el tío de Pablo en un taller mecánico de su mismo barrio.
- ¿Cómo estás con la loca de mi prima? - le preguntó Bruno a su amigo mientras revisaban los últimos detalles.
- Bien. Por suerte, todo tranquilo. Eso si, siempre está pidiendo cosas que cada vez se me hace más difícil darle.
Pablo Rodriguez, Paio para sus amigos, era un joven trabajador de una familia muy humilde, que toda su vida había estado enamorado de Bianca, su novia y prima de su mejor amigo, Bruno.
A Bruno nunca le había caído bien su prima, a pesar de ser familia, él desde pequeño decía que ella era mala. Recordaba con nitidez como ella una vez cuando tenían 5 años lo había tirado intencionalmente por las escaleras cuando él no quiso acompañarla a la plaza, se había fracturado la pierna y tuvo que estar todo el verano en cama.
Bianca era una chica de 20 años muy delgada y de tes blanca. Muy envidiosa y ambiciosa. Quería una vida de lujos y derroche. Maldecía cada día por la vida que le había tocado, odiaba su casa, su familia y a su novio. Odiaba haberse enamorado de un pobre. Bianca tenía en claro una sola cosa, ella se merecía más. Mucho más.
- Paio. Sos un buen tipo, buscate una mina que te banque - le aconsejó Bruno limpiándose las manos y viendo como su prima entraba con cara de asco al taller.
- Hola - Dijo ella en general. - Bruno mi papá me dijo que te venga avisar que este viernes tenemos un catering por servir en una fiesta en uno de los barrios chetos.
- Para. ¿Dijiste tenemos? - exclamó su primo asombrado y burlándose de ella. - No puedo creer que vas a ir a trabajar.
- Muy gracioso. Necesito plata para comprarme unos zapatos que vi y mi papá me dijo que si no lo ayudo no me va a dar un centavo. - Les comentó como si eso fuese el fin del mundo. - Pablo, ¿ya terminas? Quiero que pasemos un tiempo juntos.
- Si, ya está. Bru puede ocuparse sólo de lo que falta - respondió Paio buscando su campera para irse. - Vamos a mi casa - ella asintió y sin despedirse de su primo salió del taller.
Bruno limpió y ordenó todo, le gustaba mucho el orden y mantener todo arreglado. Era el hijo mayor de la familia y sentía la responsabilidad de sacar cara por todos.
Su celular sonó anunciando la llegado de un mensaje.Bru, en 20 estoy por tu casa. - Micaela.
Sonrió y cerró el taller con rapidez para dirigirse a su casa a esperarla. Se habían conocido cuando ella había llevado su auto al taller, y aunque al principio no había tratado con desdén finalmente terminó por conquistarla. Él no se engañaba, sabía que lo que tenían era sólo una aventura. Le gustaba compartir tiempo con ella, besarla, acariciarla, incluso charlar. Aprendían mucho uno del otro, él tenía mucha calle y ella mucho mundo. Por ahora se sentía bien sólo con ella teniendo momentos fugaces y a escondidas, nada más que ellos sabían de su clandestino amorío. Y para él, eso estaba perfecto. Una relación puramente física, sin amor de por medio.
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Dueña de mi silencio, esclava de mis palabras
Dla nastolatków"Las palabras se pueden manipular, pueden perder su valor o tener demasiado. En cambio el silencio es más noble. El silencio es algo que se puede compartir. El silencio es estar en control. El silencio es poder. Dicen que somos esclavos de nuestras...