CUARENTA Y DOS: Cada cosa en su lugar

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- ¿Qué haces acá? - le cuestionó Ignacio a la rubia cuando la vio entrar a su oficina, sin golpear con anterioridad, con dos cafés.

- Te debo una, pensé que un café cargado te vendría bien. - Supuso Micaela sentándose sin permiso frente al mellizo y pasándole una de las bebidas.

Eran casi las once de la noche y Nacho tenía que finalizar la investigación que estaba llevando a cabo del caso de los padres de Micaela. Con la sospecha ya localizada era cuestión de tiempo en que la encarcelen hasta esperar el juicio.

- ¿Voy a tener que declarar cierto? - le preguntó pensativa ella.

- Sí - le confirmó él bebiendo un sorbo de café. - Fuiste reina de tu silencio mucho tiempo, ¿cierto?

- Cierto - afirmó ella. - Como te dije, llegó el tiempo de dejarme esclavizar por las palabras. 

- Vas a estar bien, solo tenes que repetir lo que dijiste en la declaración que hiciste frente a mi la vez pasada - le aconsejo Nacho. - Te prometo que esta vez nadie va a dejarte detenida. 

Micaela largo una risa asintiendo con la cabeza, sabia que su calvario estaba llegando a su fin. Su vida se estaba reacomodando y eso estaba perfecto. Estaba dejando que todo fluya. Carpe Diem nuevamente.


Paulina estaba cocinando la comida preferida de su hija para llevársela al hospital cuando llamaron a la puerta de su casa.

- ¿Paulina Soler? Queda detenida por el crimen intencional hacia Victor Martinelli y Hugo y Marcela Viciconte. - Dijo uno de los oficiales de policía cuando ella abrió la puerta. - Tiene derecho a permanecer en silencio, lo que diga puede ser usado en su contra. 

***

¡Hola! Les comento que quedan pocos capítulos para el final de esta historia, por lo cual voy a intentar terminarla este fin de semana así me puedo poner actualizar mis otras novelas. Les pido paciencia y comprensión. Gracias :)

Dueña de mi silencio, esclava de mis palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora