TREINTA: Acorralada

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Micaela se encontraba agotada. Volver a ver a Bruno después que este le había rechazado fue incómodo, por suerte Matt se desocupo rápido y pudieron irse.
No sabía bien lo que su socio había hablado con Dalila, pero si noto que quedó perturbado y había decidido no volver a la oficina. Y como siempre, Micaela iba a tener que ocuparse de todo en la editorial.

Paso por su restaurante favorito para almorzar algo antes de volver al trabajo.

Tenemos que hablar. Nos vemos a la tarde?

Decía el mensaje que había recibido de Bruno. ¿Quien se creía que era? Ella no estaba a disposición de nadie, menos de él. Así que prefirió no contestarle e ignorarlo como tantas veces él le había hecho cuando estaba de novio con esa tal Laura.

Siguió comiendo tranquila y media hora después salió rumbo a la editorial. Tenía mucho trabajo pendiente y sin Matt allí, no tenía a quien delegar.

Ni bien llegó se tenso al ver quien estaba esperandola.
Él no se había dado cuenta todavía de la presencia de la rubia, estaba coqueteando con la recepcionista.
A pesar de ser idéntico a su hermano, Micaela sabía diferenciarlos bien y para su mala suerte, el que se encontraba frente a ella no era Ramiro.

- Ignacio, que sorpresa - hablo con falso entusiasmo Micaela dedicándole su sonrisa y saludo más profesional.

- Mica, que bueno verte después de tantos años. - la saludó amablemente él olvidándose de su coquetería con la secretaria.

- ¿Puedo ayudarte en algo? - fue directo al grano ella, si algo no le gustaba era dar vueltas.

- Deberíamos hablar en privado - propuso Nacho y ella estuvo de acuerdo así que no guió hasta su oficina y le ordenó a su secretaria que no los interrumpieran.

Después de ofrecerle café y hablar sobre trivialidades, Ignacio se puso serio y finalmente le comentó el motivo de su visita.

- Sabes porque estoy acá - apuntó él.

- Sos un fiscal de lo más ocupado, claramente no es una visita amistosa. - Señaló la rubia.

- Sabes que el accidente que tuvieron tus padres no fue tan accidente. También estoy seguro que sabes más de lo que decís, no sé porque no querés declarar para ayudar a esclarecer todo esto pero Micaela, voy a obligarte. La Fiscalía te solicita a declarar sobre el caso 870. No podes negarte. - Le informó con todo el profesionalismo del mundo Ignacio.

- Lo sé - afirmó con dureza Micaela, quien sentía todo su cuerpo contracturarse, sabía que este momento iba a llegar desde que Ramiro le informó que su hermano reabrió el caso.

- Me dijeron que una de las empleadas es la hija del piloto que viajaba con tus padres - continuó hablando Nayar,  logrando poner más incómoda a Micaela quien se sentía presionada y sin salida - También necesito hablar con ella. En el caso figura que nadie le aviso nunca a la familia de Víctor Martinelli la muerte de este.

- Negligencia de la Fiscalía - acotó con mordacidad Micaela.

- Ciertamente. ¿Me autorizas para hablar con... - Nacho reviso entre sus papeles el nombre de la hija del piloto - Dalila? Sé que es su horario de trabajo pero entenderás que esto es importante.

- Esta con licencia, se enfermó - nunca pensó alegrarse como ahora que Dalila estuviera con neumonía. Eso le daba más tiempo.

- Bien, voy a tener que ir a su dirección entonces - dijo Ignacio escribiendo en una de las hojas. - Te dejo la carta en donde indica cuando y donde tenes que presentarte a declarar, en caso de no asistir la Policía procederá a buscarte para llevarte ante el juzgado - le recordó él, Micaela ya sabía como se manejaba el sistema judicial y ya no quería seguir hablando con Nacho.

Ahora iba a tener que pensar en que declarar y como encarar a Dalila y contarle las cosas que sabía. Ya no podía seguir guardando el secreto, definitivamente había llegado el momento en someterse a sus palabras.

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Cuando Ignacio se fue, Micaela sintió que sus pulmones volvieron a llenarse de aire.

Quería distraerse, después iba a tener mucho tiempo para preocuparse. No dudo más y salió rumbo a la casa de Bruno, esperaba encontrarlo allí.

Estaba llegando a la casa y lo vio en la esquina con un bolso. Se detuvo y bajo la ventanilla. Él se dio cuenta de la presencia de la rubia y se acercó.

- ¿Qué haces con ese bolso? - curioseo Micaela.

- Pelea en casa con mis viejos. Me fui - explicó como si nada él.

- ¿Y a dónde pensas ir? - le preguntó la rubia.

- No lo pensé, capaz me quedé en el taller unos días hasta que encuentre algo - dijo Bruno y Mica lo vio horrorizada.

- No seas ridículo - rodó los ojos ella. - Subí, vas a quedarte en casa - apuntó Micaela tomando por sorpresa a Bruno.

Sabía que la cosa entre ellos estaba tensa y tenían mucho que hablar para aclarar la situación, pero por ahora no tenía otro lugar para ir. Además, conociendo a Micaela sabía que no era común una actitud amable en ella.

Bruno se subió en el asiento de copiloto mientras la rubia daba vuelta el auto y manejaba rumbo a su Penthouse.

Dueña de mi silencio, esclava de mis palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora