DOS: Carpe Diem

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CAPÍTULO 2

La rubia de ojos claros y cuerpo sensual de 27 años se despertó como cada mañana a las 6 AM. Si algo sabía Micaela era aprovechar cada segundo de su vida. Carpe diem era su lema.

Lo primero que hacía al levantarse era acomodar su dormitorio, ver por la ventana el clima y preparar la ropa que iba a usar en el día. Luego iba al baño para una ducha refrescante y una vez lista bajaba a desayunar. A las 7:30 ya estaba lista y con su casa ordenada y limpia. Porque a pesar de ser multimillonaria, le gustaba ser ella misma la que se encargará de la casa.

Ese día tenía una reunión con unos nuevos postulantes a columnistas. La revista que publicaban necesitaba nuevos redactores y Micaela era la encargada de contratarlos. Cuando subió a su auto lo primero que hizo fue revisar su agenda. La reunión empezaba a las 10, pero antes tenía que leer unas notas periodísticas que ayer no hizo a tiempo para terminarlas. Suspiró profundamente antes de poner en marcha el auto. Iba a ser un día extenso y sabía perfectamente como podía relajarse.

Una vez en su oficina, la secretaria le informo que debían corroboran en el banco el dinero que depositaron el día anterior. Mica observó la hora y se dio cuenta que no llegaba ya que en media hora comenzaba la reunión. Unos segundos después pensó en Matt, él tendría que estar libre, porque estar con su novia no era una excusa propia. Le tecleó con rapidez un mensaje y continuó con sus labores.

Micaela Viciconte era la única hija del matrimonio de Marcela y Hugo. Siempre fue una chica independiente y madura. No le gustan las relaciones serias ni crear ningún tipo de vinculo con nadie, no acepta amigos ni novios en su vida. Con un fuerte carácter y una gran soberbia. A pesar de querer a sus padres nunca fue muy pegada a ellos. Tal vez porque siempre estaban en el trabajo y no compartían muchos momentos juntos. Para los Viciconte la editorial era lo primero, incluso por sobre Micaela, su única hija.

Unos meses atrás, Marcela le había comentado a su hija que finalmente después de tantos años, iban hacer un viaje de relax con Hugo. Iban a visitar India por un mes completo. Micaela se alegró por su madre, nunca la había escuchado tan feliz y entusiasmada por algo.
Hugo contrató un avión privado para que los transportará. Micaela no llegó a despedirse de ellos porque la noche anterior había salido a bailar y amaneció con un hombre que ni recordaba quien era. Cuando regresó a su casa sus padres ya se habían ido, y fue entonces cuando sonó el teléfono.
Desde ese momento, otra cosa se sumó a la lista de odio de Micaela: el timbre del teléfono.
Le informaron que el avión en el que viajaban sus papás había colapsado. Que estaban buscando por la zona pero aún no hallaban los cuerpos, no le dieron esperanzas, ella supo que era imposible sobrevivir a eso. Porque ella sabía más que la policía. Ella sabía la verdad.

Una semana más tarde la llamaron para que fuese a reconocer los cuerpos. Una tarea difícil para cualquier hijo, excepto para Micaela, que se mostró fría en todo el proceso. Hecho que alarmó a los policías y la ubicaron como primer sospecha. Pero ella tenía una coartada, el boliche y el hombre desconocido con el que había dormido.
La causa siguió abierta, habían encontrado evidencia que demostraba que el colapso del avión había sido provocado intencionalmente, causando la muerte de tres personas, el piloto y los Viciconte.

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Micaela salió frustrada de la reunión. Había entrevistado a cuatro personas y ninguno la había convencido. La habían hecho perder su tiempo. Y el tiempo de Micaela era muy valioso.

El reloj marcaba el mediodía. Se acomodó las mangas de su camisa blanca de gasa y entró al despacho de Matt, que se sobresalto en su escritorio al escuchar la puerta abrirse.

- Deberías golpear, casi me matas del susto. - Acusó él con una mano en el pecho.

- Por favor, no va a venir un fantasma a visitarte. - Rodó los ojos ella fastidiada con todo.

- ¿Qué tal la reunión? - Le preguntó su socio.

- Un fiasco - contestó la rubia mirando como Matt observaba su pecho tras la transparente camisa que dejaba ver su corpiño de encaje. - Hey! - le reclamó acercándose para darle un golpe.

- Lo siento. No es mi culpa que te vengas tan vistosa - se excusó Matt.

- Idiota - murmuró ella. - En fin, vine a decirte que no contrate a nadie y que me voy almorzar fuera, vuelvo en dos horas.

- Okey. Yo si contraté alguien para que sea ayudante júnior de los redactores periodísticos - le comentó como si nada él - una chica, Dalila, que me salvó la vida... hoy en el banco. Un loco con un arma me disparó. Pero estoy bien.

Micaela lo miró unos segundos y sólo le preguntó - ¿Pudiste hacer lo que te encargué?

- ¿Antes o después que el tipo me disparará? - cuestionó él divertido, sabía que a Micaela no le importaba si bienestar, sólo que hiciera su trabajo, aunque muera en el intento.

La rubia sólo suspiro molesta y se fue. No podía creer que Matt era tan incompetente que no haya podido ir al banco sin que casi lo mataran.
Claramente este no era su día, pero sabía como mejorarlo. Escribió rápidamente un mensaje y condujo hasta un barrio muy distinto al de ella. Dejo su auto en una esquina y camino hasta una humilde casa en donde su entretenimiento la esperaba ansioso, porque para Micaela eso era Bruno: su juego personal. Tenía que aprovechar cada momento.

***

Sé que los primeros van a ser tediosos pero es necesario para esta novela una presentación de los personajes. A la tarde/ noche subo un capítulo más.

Dueña de mi silencio, esclava de mis palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora