CUARENTA Y CINCO: Vos y yo

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Micaela estaba sacando las últimas cajas de su oficina. Antigua oficina. Bruno la estaba ayudando a empaquetar y trasladar las cosas. 

- Matt se veía desbastado - comentó Bruno. 

- Bueno, va a tener que hacer todo el trabajo. Aunque tiene a Lucas que debería ocupar mi cargo, ya no es un chiquillo - mencionó la rubia terminando el último papeleo para dejarle todo listo a los Ferrario. - Además va a estar muy entretenido con los planes de boda.

- Cierto, Dali esta muy emocionada. Mejor que se entretenga con eso y despeje su mente de lo último que tuvo que vivir.  Y vos... como cambiaste desde que nos conocimos - notó Bruno - la Micaela que conocí jamás habría renunciado a su trabajo. Así que... ¿policía? - preguntó en un tono divertido él. 

- Con el tema de la muerte de mis padres y ver en primera persona como Nacho llevo a cabo la investigación... sin  darme cuenta me fui enamorando de su profesión. Es lo que quiero hacer - sostuvo firme ella. 

- Es bueno que sigas lo que te dice tu corazón. Te merecer ser feliz - le dijo él y ella le sonrió en forma de agradecimiento. 

- Vos también - le dijo la rubia. - Te veo muy bien con tu novia, no la pierdas de nuevo - le aconsejo.

- Gracias Mica. 

Micaela y Bruno terminaron de armar las cajas y una vez que ella se cercioró que no se había olvidado nada, se despidió del morocho después de agradecerle por ayudarla. 

Después de la noche reveladora en la cual descubrió que quería ser policía, para luego ser fiscal como uno de los Nayar, habló con Ignacio y le planteó su deseo. Él la escuchó, le contó sobre su trabajo y termino de convencer a la rubia de seguir con su repentino deseo. Y así Micaela renunció a su puesto en la editorial, dejándole sus acciones a Dalila, como resarcimiento por ocultar por mucho tiempo la carta que había dejado Víctor. Al principio, la morocha no quería saber nada de aceptar tremendo regalo de Mica, no creía merecérselo, a fin de cuentas, su madre había acabado con la vida de los padres de la rubia. Las amigas conversaron largo y tendido y llegaron a un acuerdo... ninguna era culpable, ni Mica de guardar la verdad, ni Dali del crimen cometido por Paulina. Finalmente, Dalila termino aceptando la parte de la editorial que su amiga le ofrecía después de escuchar las razones de esta. 

- Micaela - la llamó Lucas antes que esta se subiera al auto. Aún estaban en el estacionamiento de la editorial. 

- Hey, ¿qué paso? - se alarmó ella. 

Lucas llegó corriendo hasta la rubia y cuando quiso hablar su respiración se encontraba un poco agitada. 

- Tranquilizate - le dijo entre risas ella pasándole una botella de agua. - Me voy de la empresa, no del país. Me ibas a poder encontrar en casa. 

- Lo sé, pero tomé el valor ahora y no sé cuanto iba a durar - habló rápido él. - ¿Te acordas lo que te dije esa noche en el bar? 

Micaela supo por dónde venía la conversación y aunque su mente le decía que huyera, su corazón la obligaba a quedarse. 

- ¿Me vas a decir que no te podes olvidar de mi beso? - preguntó en tono divertido ella para descomprimir el ambiente romántico que se estaba formando entre ellos. 

- Micaela - la reprendió él. 

- Sos un hombre muy de mi estilo Lucas - confesó ella. - Pero yo soy un desastre, soy antipática, malhumorada, manipuladora y gritona. 

- Histérica, insensible y para nada amorosa - la interrumpió  él sonriendo. La tomo por sorpresa y la abrazó por la cintura. - Pero no me importa, yo estoy enamorado de cada uno de tus defectos.

- Eso es mucho decir - murmuró Micaela tensa por la cercanía y por no ser ella quien dominará la situación como estaba acostumbrada. 

- Dame una oportunidad para demostrarte que estamos hechos el uno para el otro. - le pidió Lucas cada vez más cerca de la boca de la rubia. 

Micaela pensaba a mil por hora. Millones de posibles escenarios cruzaban en su mente. Pero como la noche anterior, en la cuál se había replanteado su vida, se dio cuenta que le faltaba amor a su vida. Y ahora, una pareja estable y oficial no le parecía algo tan terrible. 

- Quiero una cita en el mar - demandó la rubia como condición - al atardecer y que no sea algo cursi. 

Lucas se rió por las condiciones que señalaba Micaela y decidió callarla con un beso. El segundo que se daban, este más cargado de emociones y también más intenso y profundo. 

- Podría acostumbrarme a esto - susurró la rubia antes de volver a besarlo. 

FIN



Dueña de mi silencio, esclava de mis palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora