VEINTICINCO: Entre el amor y el dinero

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Bianca descubrió la clave de su felicidad.
Tener el amor de Paio, su único y verdadero amor.
Y tener el dinero y los lujos de Lucas, el hombre con quien iba a casarse.

Desde aquel encuentro con en el taller con Pablo, ellos se empezaron a encontrar más seguido para hacer el amor. Bianca lo convirtió en su amante, en el otro.

Lucas estaba totalmente ajeno a la situación que su novia misma había creado. Estaba cegado por ella, estaba tan enamorado que confiaba plenamente en la morocha.

Bianca había comenzado a trabajar en la Editorial, en un buen puesto como según ella se lo merecía.
Cada mediodía iba con Lucas a almorzar al restaurante más caro de la ciudad. Y por las tardes compartían largas horas de shopping, tediosas para él y encantadoras para ella.

Por las noches y madrugadas era otra cosa, se escabullia de su casa para irse a encontrar con Paio. Cada vez se le hacía más difícil a Bianca tener que dejarlo y volver a su mundo de plástico que ella había elegido.

Amaba a Pablo como nunca pensó amar. Era el único que reinaba su corazón. Adoraba todo de él. Sus caricias, sus besos, sus abrazos. Lo necesitaba como el aire. Incluso lo necesitaba más que al aire.

Lucas era bueno, generoso y muy buen amante. Pero Bianca no lograba sentir nada por él. Todo era vacío.

Cuando Paio aceptó ser su amante, finalmente Bianca se sintió completa y feliz. Tenía todo lo que quería, nada parecía salirle mal.

Ese día cuando salió del trabajo fueron a tomar algo a Starbucks con su novio y de paso recorrieron algunas tiendas de las cuales se compró unos pares de zapatos y unas carteras que hacían juego. Después compartieron la cena en casa de él, Bianca cumplió sus deberes como novia, y Lucas la devolvió a su hogar.

Ella no podía sentirse más sucia por lo que habían hecho, tomo un extenso baño y le escribió a Paio para verse. Aprovechando que sus padres no estaban, él iba a ir hasta la casa de ella.

Pasada la medianoche, Bianca salió abrirle la puerta a Paio, quien no demoró en comerle la boca. Ninguno de los dos se esperaba que Lucas llegará con el saco que su novia había olvidado en su casa.

- Así que te estas divirtiendo con el mecánico - ironizó él arrojandole el saco y caminando hasta su auto.

Bianca se separó de Pablo y camino tras Lucas.

- Espera, no es lo que pensas.

- No pienso, veo. Y ahora no quiero verte nunca más - afirmó él abriendo la puerta de su auto deteniendose para decirle algo más - y por si no te quedo claro, estas despedida. Ni se te ocurra aparecerte por la Editorial. Tenes la entrada prohibida. - concluyó él dedicandole una mirada de odio a Paio quien lo veía triunfante desde la puerta.

Y así fue como el cuento feliz de Bianca llegó a su fin.

Dueña de mi silencio, esclava de mis palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora