CUARENTA Y CUATRO: El juicio

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- Silencio en la sala - ordenó el juez al ver que las partes cada vez subían más el tono a la discusión que se estaba llevando a cabo en el juzgado central. 

Ignacio tuvo que exponer toda la investigación que había abordado respecto a las muertes de los Viciconte y de Victor Martinelli. Se lo notaba incómodo y nervioso al tener a Micaela en la misma sala, no podía ser profesional, no con ella ahí presente; era de la muerte de sus padres de que hablaba, no podía sonar como un insensible pero tampoco podía dejar de relatar los hechos crudos para que no haya lugar a dudas para los jurados y el juez que presidia la corte. 

Dalila estaba presente, aún sin caer que era su madre la que estaba siendo juzgada. Por suerte tenía a Matt a su lado acompañándola.

Los abogados de Paulina sostenían que la mujer era inocente y que no podían sostener un cargo por una carta ambigua. Pero al parecer, la posición de Nayar era firma y sólida, y tenía pruebas contundentes para abalar su acusación contra la mujer. 

Cuando Paulina giró su cabeza y posicionó su vista en Dalila, su corazón se estrujo. Supo que no podía hacerle vivir ese calvario a su única hija. Así que sin pedir permiso, se levantó de su asiento y se dirigió directamente frente al juez, haciendo caso omiso a lo que le aconsejaban sus abogados.

- Quiero testificar - pidió con firmeza para sorpresa de todos los presentes. El juez aceptó la solicitud y así fue como Paulina confesó. - Tuve un romance tóxico con Víctor. Cuando nos conocimos... me obsesioné con él, y aunque al comienzo de la relación todo marchaba bien, con el tiempo mis celos y mis ataque se hicieron notar cada vez con más fuerza. Él ya era piloto y viajaba con frecuencia, eso no me agrada. Víctor se dio cuenta que su trabajo y yo no eramos compatibles... y rompió nuestro noviazgo. 

Dalila escuchaba atentamente, estaba notablemente compungida, era la primera vez que escuchaba sobre su padre, Paulina siempre se había negado hablar sobre el tema. Ahora Dali entendía el porque.

- Fue entonces cuando quedé embarazada de mi hija. Él lo supo y aún así no quiso seguir conmigo... eso me descolocó, me cambió en lo más profundo de mi ser. Me transformó en una mujer rencorosa, odiosa... que quería venganza. - Paulina rompió en llanto al igual que Dalila, jamás imaginó que su madre se sentía de esa forma, había resultado toda una mentirosa. - Arruiné mi vida por eso, dediqué mi tiempo y esfuerzo en eso. Cuando logré vengarme, me di cuenta que fue una pérdida de tiempo, no lo valía. Ya había arruinado todo. Quiero disculparme con la familia Viciconte, pagaron con sus vidas un capricho mío. 

Micaela quería gritarle de todo en ese momento pero Ramiro, que estaba a su lado, la tomó del brazo con suavidad como una forma de tranquilizarla. Del otro lado de la sala, Nacho también la estaba observando con cara de "mantenete calma y no respondas".

- Ya confesó, la justicia llegó para Víctor y para tus papás - susurró Rama para que solo la rubia lo escuchase. Ella asintió y siguieron escuchando las palabras de Paulina, que ahora se las dedicaba a su hija.

- Perdón - le pidió a Dalila y mirándola con verdadero arrepentimiento. - Vos me bastabas, no necesitaba más. Y hasta ahora me doy cuenta.

Aunque todos estaban emocionados y conmovidos con la historia, Paulina era culpable de tres muertes e iba a tener que afrontar sus consecuencias. El juez ordenó pericias psicológicas y que hasta entonces iba a ser internada en un psiquiátrico. 


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Dalila se encontraba en la mansión Ferrario, Matt había insistido en que se vaya con él. Después de todo lo que vivió su novia no era prudente que se quedara sola ni mucho menos que volviera a la casa en la cuál había habitado junto a Paulina.

- Te amo - le dijo Dalila a Matt. - Y gracias, sos la luz que llegó a mi vida en el momento justo.

- Vos sos la mía - coincidió Matías mientras recordaba las palabras que Micaela le había dicho tras el juicio. 



-Sos el hombre más asombroso que conocí. Por eso fuiste el único que llegó hasta mi corazón. 

- ¿A qué se deben a estas palabras? - preguntó Matt divertido ya que la rubia no se destacaba por ser sentimental. 

- No eras para mi. No lo sos y nunca lo vas a ser. Y viéndola creo que ahora sabemos porque. - Dijo Micaela mientras miraban a Dalila que se encontraba conversando con los abogados de su madre. - Es la indicada Matt, no dejes que los fracasos que viviste conmigo y con Florencia definan tu actual relación. Si fracasaron era porque no era lo que el destino tenía pensado para vos, te tenían una mujer mucho mejor. 



- Dalila - la llamó él cuando volvió de sus pensamientos. - ¿Te queres casar conmigo? 

Y aunque a la morocha le tomó por sorpresa, no pudo hacer más que asentir y besarlo. Después de la tormenta llega la calma.


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¿Qué hago? ¿Qué estoy haciendo con mi vida? 

Eran las preguntas que rondaban la cabeza de Micaela mientras conducía sin rumbo en la noche. Después de todo lo vivido, de la confesión de Paulina, de su romance terminado con Bruno, de su breve estadía en la comisaría. Se estaba replanteado sobre ella, había perdido el rumbo y dejado de ser quién creía que era. 

Amaba el trabajo y la estructura, la responsabilidad que recaía en ella pero algo había cambiado, el tiempo que estuvo sin ir a la editorial no la había extrañado para nada. Y su corazón le daba la respuesta, sabía porque. 

Inconscientemente había llegado a un destino. Y aunque todo la dirigía al mismo sitio, aún no se decidía. Pero  ya era tarde, el destino se había ensañado con ella.

El castaño había reconocido el auto estacionado frente a su lugar de trabajo, y acercó a golpearle la ventanilla a Micaela.

- ¿Qué haces acá a esta hora? - le preguntó extrañado. 

- Hola Nacho - le sonrió nerviosa ella. 

Dueña de mi silencio, esclava de mis palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora