33.- ¡Yo no puse mi nombre!

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Una figura oscura se recortaba contra el cielo, muy larga y haciéndose cada vez más grande. El sol acabo de dar sus últimos estertores de luz, alcanzando a iluminar tenuemente lo que parecía una casa voladora. No fue hasta que estuvo cerca del castillo que se vio que en realidad era un carruaje colosal, azul pálido y del tamaño de una casa grande, tirado por una docena de caballos alados de color tostado, pero con la crin y la cola blancas, cada uno del tamaño de un elefante. El carruaje llevaba un escudo con dos varitas mágicas doradas, cruzadas, con tres estrellas que surgían de cada una.

Un muchacho vestido con túnica de color azul pálido saltó del carruaje al suelo, hizo una inclinación, buscó con las manos durante un momento algo en el suelo del carruaje y desplegó una escalerilla dorada. Respetuosamente, retrocedió un paso. Entonces Harry vio un zapato negro brillante, con tacón alto, que salía del interior del carruaje. El zapato pertenecía a la mujer más grande que Harry había visto nunca. Aun así, Harry pudo apreciar que tenía un hermoso rostro de piel morena, unos ojos cristalinos grandes y negros, y una nariz afilada.

El directo comenzó a aplaudir y el resto de los habitantes del castillo, lo imito. Dumbledore fue hasta la mujerona y tomo una de mano entre las suyas para seguidamente, depositar un beso en ella.

—Madame Maxime, ¡Bienvenida! ¡Bienvenida a Hogwarts! —Dijo Dumbledore sonriéndole.

—Dumbledog, espego que esté bien—Contesto Madame Maxime.

—Bastante bien, muchas gracias—.

—Permítame presentarle a mon étudiants—.

Doce alumnos, que parecían rondar por los veinte años, habían salido del carruaje y se encontraban detrás de su directora.

—¿Ha llegado ya Kagkagov? —Preguntó Madame Maxime.

—Estoy seguro de que llegara en cualquier momento. ¿Prefieren esperar aquí para saludarlo o pasar a calentarse un poco? —.

—Lo segundo, me paguece, ¿Mis caballos? ¿Alguien puede cuidaglos? —Pregunto Madame Maxime.

—Nuestro profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, Hagrid, se encargará de ellos encantado—Dijo Dumbledore.

—Mis cogceles son muy fuegtes... ¿Esta segugo que ese pgofesog podgá con ellos? —.

—Estoy seguro de que podre con ellos Madame—Dijo Hagrid, sonriendo embobado a Madame Maxime.

—Muy bien, Allons-y! —Dijo imperiosamente Madame Maxime a sus estudiantes, y entraron al castillo.

Dumbledore, los profesores y el alumnado, el sol ya se había puesto y todos estaban tiritando de frío mientras esperaban la llegada de la comitiva de Durmstrang. La mayoría miraba al cielo esperando ver algo. Durante unos minutos, el silencio sólo fue roto por los bufidos y el piafar de los enormes caballos del carruaje de Beauxbatons.

De pronto un rumor llego a sus oídos, parecido al ruido del agua en la bañera, cuando se quitaba el tapón, provenía del lago negro. La casi siempre lisa superficie del lago no era lisa en absoluto en esos momentos. Algo se agitaba bajo el centro del lago. Aparecieron grandes burbujas, y luego se formaron unas olas que morían en las orillas. Por último, surgió en medio del lago un remolino del cual comenzó a salir muy despacio lo que parecía una asta negra, y luego se vio el mástil. Un barco surgió del agua y comenzó a surcar el lago hacia tierra. Un momento después oyeron la caída de un ancla siendo arrojada y el sordo ruido de una tabla tendida hasta la orilla.

Los alumnos de Durmstrang desembarcaron y en cuanto llegaron hasta el castillo, el director, un hombre de cabello plateado, se acercó al director y lo saludó efusivamente.

Una Serpiente De PelucheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora