04.- Cena en la madriguera

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A Harry no le gustaban tanto las clases, no es que no le gustara aprender hechizos, pero se moría por intentar llevarlos a cabo. Sin embargo, ninguno de sus nuevos tíos le dejaba hacerlo, y no podía pedírselo a su tío Sev. Severus le había explicado que los magos menores de edad no podían hacer magia, una regla del ministerio de magia. Sus tíos mágicos le habían explicado muchas cosas sobre el ministerio de magia. Los reglamentos y castigos, obligaciones, derechos, todo lo que, por su edad, era apropiado saber.

Al menos por ese lado, Severus había cubierto todo lo que podía en la educación de su "hijo/sobrino". Y los nuevos tíos del pequeño estaba felices de ayudar a que el pequeño avanzara lo más que se pudiera en su educación mágica, sobre todo porque en menos de una semana el castillo estaría repletos de magos desde los 11 hasta los 17 años, y esa sería una prueba de fuego para la extraña familia en que rápidamente se había convertido el profesorado hacia Harry. No era lo mismo dedicarle todo el tiempo del mundo en esos días que cuando de verdad estuvieran trabajando.

Así que el pequeño pasaba sus días entre esas clases, paseando por los jardines y lanzándole algunos bocadillos al calamar gigante en el lago negro, eso luego de que por estar jugando con su escoba de juguete cayera directo en el centro del lago y el calamar lo depositara en la orilla, justo cuando Severus y Dumbledore iban en su rescate. Ese día pasaron dos cosas, Severus decidió que debía enseñar a nadar a Harry y el niño se hizo amigo de un calamar gigante que le gustaban los bocadillos de queso mozzarella y jitomate, y de vez en cuando los panquecitos de naranja.

Así pasaban los días. Hasta que llego el primero de septiembre.

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—Harry, ¿Por qué llevas tu peluche a la ceremonia? —.

—No es un peluche, se llama Katari—.

—Bueno, ¿Para qué trajiste a Katari? —.

—No quería quedarse sola en la casa—.

Severus rodó los ojos y mejor decidió no decir nada, sabía que los niños hacían esas cosas, y lo sabía por qué estuvo leyendo demasiados libros de psicología infantil muggle y pregunto a todas las madres de sus alumnos que pudo mientras Harry crecía. La única que había aguantado sus interrogatorios fue Molly Weasley. Su hijo mayor William, iniciaría su último año, Charlie el cuarto año y Percy el primer año.

Durante todos esos años Molly Weasley había sido su salvavidas para mucho de la educación de Harry en cuanto a disciplina, Molly tenía en total 7 hijos, uno de la edad de Harry. Si había alguien que sabía cómo controlar un niño, esa era ella. Severus sabía que el pequeño estaría nervioso, era la primera vez que vería a tantos niños. Los únicos niños que había conocido se limitaban al pequeño grupo de su escuela muggle, que no pasaban de los 30, y su primo, así que apenas y había conocido a otros niños en sus 7 años.

—No estés nervioso Harry, aun no es hora de que te seleccionen, solo vas a observar—.

—Lo sé tío, pero ¿Y si no les caigo bien? —.

—Eres amigo de un calamar gigante, estoy seguro de que hacerte amigo de algún niño no debería ser un problema para ti—.

Más animado el niño empezó a dar saltitos con su peluche en brazos. La ceremonia transcurrió con relativa paz, luego de un discurso sin pies ni cabeza por parte de Dumbledore y Harry, que ya estaba acostumbrado a sentarse con sus tíos, empezó a comer como si no hubiera un mañana.

>> Harry, siéntate derecho, y mastica con la boca cerrada, y no estoy viendo verduras en ese plato jovencito. Ya sabes que sin verduras no hay postre—.

Una Serpiente De PelucheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora