01.- El valle de Godric y un peluche

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Severus Snape estaba destrozado. Ahí frente a si, tenía a la mujer que había sido su gran amor desde su tierna infancia, la persona en la que más confiaba, la primera persona a quien dejo entrar a su corazón después de su madre. Muerta. Inerte. Junto a la cuna de su hijo, el cual estaba lloriqueando, ya había llorado un buen rato y cuando vio que el adulto frente a él no respondía a su llanto, solo quedo en un leve lloriqueo. Snape había pasado también enfrente del cuerpo de su antiguo enemigo y el esposo de su amor platónico.

Su amo, antiguo amo, había ido a matar al hijo de ambos, gracias a su estúpida idea de decirle que había una profecía donde un niño sería su perdición. Cuando se la dijo a su amo, nunca relaciono está a su amiga y su familia. Y ese fue su error, pensar que su amo, el Señor Oscuro, podría respetar la vida de ella... eso y pensar que su amada permitiría que el Lord tomara la vida de su hijo sin oponer resistencia. Snape; en muchos aspectos, había sido un completo y total idiota. Y él lo sabía. Por eso el verla ahí en el suelo resultaba aún más doloroso. Por qué sabía que había sido culpa suya el que hubieran marcado a esa familia.

Si no fuera porque el silencio inundo la casa, jamás habría salido de ese shock. Se preguntó él porque estaba todo tan callado. El bebé se había quedado dormido de tanto llorar y Severus Snape por fin pudo reaccionar y lo primero que hizo fue acercarse a la cuna donde dormía el pequeño Harry.

Era la viva imagen de su enemigo jurado de la adolescencia, las ganas de retorcerle el cuellito no se hicieron esperar. ¿Qué sería lo peor que podría pasar? Una almohada encima de su cara y podría echarle la culpa al Lord, sería todo tan fácil, un momentito y ¡adiós al último de los Potter!, si no hubiera sido por un Potter, Lily jamás se hubiera alejado de su lado. Severus se repetía eso a menudo a manera de mantra. Ya tenía la almohada en sus manos y hubiera hecho lo impensable si en ese momento el pequeño Harry no hubiera abierto los ojos.

Sus ojos, idénticos a los de Lily. Severus se quedó nuevamente en shock. Podía ver el espíritu de Lily en esos ojos esmeralda. El último vestigio de su primer amiga y primer amor. ¿Y ahora que debería hacer? Ya no se sentía capaz de terminar la existencia del pequeño. E hizo exactamente lo contrario a lo que todo su cuerpo, su mente e instinto le pedían a gritos. Fue y levanto al pequeño en sus brazos, cuando el bebé estuvo tan cerca del adulto de ceño fruncido, tomo con sus manitas su nariz, eso hizo estornudar al mayor y el bebé estallo en pequeñas risas. Su inocencia lo protegía de la escena que había a su alrededor.

Snape no supo cuánto tiempo permaneció con el bebé en brazos, solo el ruido de una moto acercándose lo saco de su letargo. La moto ya estaba al frente de la casa y pudo ver a su otro enemigo jurado de la adolescencia, Sirius Black. Apenas llego y vio la casa, el hombre que en hace apenas unos años se dedicaba a hacerle la vida miserable estallo en un llanto desgarrador, incluso Snape, acostumbrado a usar una máscara de frialdad, no pudo menos que sentir lastima por el dolor de su enemigo. Si para él estaba siendo duro, no quería imaginar lo que significaba para Black haber perdido al hombre que se convirtió en su hermano, más que el de sangre que si tenía. Mientras él pensaba en esto, otra figura, más grande que ellos dos juntos se acercaba a la entrada, Black estaba tan centrado en su dolor que ni siquiera lo vio, pero Snape sí, así que dejo al bebé en su cuna y se ocultó bien.

—Hola pequeño—Dijo con una voz grave pero gentil la figura enorme—Me llamo Hagrid y soy amigo de tus papás. Tengo que llevarte conmigo, iremos a ver a otro amigo de tus papás. Le vas a caer muy bien Harry—.

El bebé se dejó cargar con tranquilidad a la vez que daba un pequeño bostezo que hizo que Hagrid soltara lagrimas tan gruesas como pelotas de ping-pong. Las cuales aparto rápidamente. Para asombro de Snape, que estaba oculto tras el armario de juguetes del pequeño, el recién llegado estaba mostrando mucha entereza. El bebé empezó a gesticular sus manitas hacia donde estaba él y puso en alerta al enorme hombre.

Una Serpiente De PelucheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora