41.- Voldemort

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Cedric sacudió la cabeza. Se levantó y ayudó a Harry a ponerse en pie, y los dos miraron en torno. Habían abandonado los terrenos de Hogwarts. Era evidente que habían viajado muchos kilómetros, porque ni siquiera se veían las montañas que rodeaban el castillo. Se hallaban en el cementerio oscuro y descuidado de una pequeña iglesia, cuya silueta se podía ver tras un tejo grande que tenían a la derecha. A la izquierda se alzaba una colina. En la ladera de aquella colina se distinguía apenas la silueta de una casa antigua y magnífica. Cedric miró la Copa y luego a Harry.

—¿Te dijo alguien que la Copa fuera un traslador? —Preguntó.

—Nadie ¿Será esto parte de la prueba? —Respondió Harry, mirando el cementerio. El silencio era total y algo inquietante.

—Ni idea ¿No deberíamos sacar la varita? —Dijo Cedric. Parecía nervioso.

—Sí. Asintió Harry, contento de que Cedric se hubiera anticipado a sugerirlo.

Las sacaron. Harry seguía observando a su alrededor. Tenía otra vez la extraña sensación de que los vigilaban. Y era una sensación familiar, peligro.

—Alguien viene—Dijo de pronto.

Escudriñando en la oscuridad, vislumbraron una figura que se acercaba caminando derecho hacia ellos por entre las tumbas. Harry no podía distinguirle la cara; pero, por la forma en que andaba y la postura de los brazos, pensó que llevaba algo en ellos. Llevaba sobre la cabeza una capa con capucha que le ocultaba el rostro. La distancia entre ellos se acortaba a cada paso, permitiéndoles ver que lo que llevaba el encapuchado parecía un bebé... ¿O era simplemente una túnica arrebujada?

Harry bajó un poco la varita y echó una ojeada a Cedric. Éste le devolvió una mirada de desconcierto. Uno y otro volvieron a observar al que se acercaba, que al fin se detuvo junto a una enorme lápida vertical de mármol, a dos metros de ellos. Durante un segundo, Harry, Cedric y el hombre no hicieron otra cosa que mirarse.

Y entonces, sin previo aviso, la cicatriz empezó a dolerle. Fue un dolor más fuerte que ningún otro que hubiera sentido en toda su vida. Al llevarse las manos a la cara la varita se le resbaló de los dedos. Se le doblaron las rodillas. Cayó al suelo y se quedó sin poder ver nada, pensando que la cabeza le iba a estallar. Desde lo lejos, por encima de su cabeza, oyó una voz fría y aguda que decía.

—Mata al otro—.

Entonces escuchó un silbido y una segunda voz, que gritó al aire de la noche estas palabras:

—¡Avada Kedavra! —.

Harry actuó por instinto, con un silencioso Petrificus Totalus sin varita, petrifico a Cedric antes de que el hechizo le diera, oyó que algo pesado caía al suelo a su lado, era el "cuerpo" petrificado de Cedric, Harry podía sentir que su hechizo había dado en el blanco, y para su fortuna, el hombre no se acercó a verificar que Cedric estuviera muerto efectivamente. El hombre entonces volvió su atención a Harry y lo levantó.

El hombre de la capa había posado su bulto de ropa y, con la varita encendida, arrastraba a Harry hacia la lápida de mármol. A la luz de la varita, Harry vio el nombre inscrito en la lápida antes de ser arrojado contra ella:

TOM RYDDLE

El hombre de la capa uso en él un incarcerous, atándolo a la lápida desde el cuello a los tobillos. Harry podía oír el sonido de una respiración rápida y superficial que provenía de dentro de la capucha. Forcejeó, y el hombre lo golpeó. Luego se quitó la capucha y vio al hombre que había visto en sus sueños; Barty Crouch Jr.

El hombre no contesto, se limitó a verificar que Harry estuviera bien atado. Cuando estuvo seguro de que Harry había quedado tan firmemente atado a la lápida que no podía moverse ni un centímetro, el mortífago sacó de la capa una tira larga de tela negra y se la metió a Harry en la boca. Luego, sin decir una palabra, le dio la espalda y se marchó a toda prisa. Harry no podía decir nada, ni podía ver adónde había ido. No podía volver la cabeza para mirar al otro lado de la lápida: sólo podía ver lo que había justo delante de él.

Una Serpiente De PelucheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora