XI: Huida.

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AUGUSTUS.

Apenas puedo gesticular palabra. Me noto la garganta tan seca que se puede comparar con un desierto fácilmente. ¡Y no es para menos! Sera aún no ha vuelto y yo he exigido a grito pelado una explicación. Nadie ha venido a por mí.

Me siento un inútil por no haber podido evitar que se la llevasen. No puedo evitar ponerme en la peor de las situaciones; la están torturando el quíntuple que a mí. ¡Más, incluso! No hay razón alguna para que haya pasado un día entero y mi amiga no esté aquí.

Porque sí, hoy es cuatro de aprilis. No he dormido en toda la noche porque simplemente no podía. Me preocupa haber roto mi promesa con ella. Me preocupa que esté moribunda, sin poder defenderse. Es fuerte, pero sin los dones de su lado es muy difícil que aguante su primera tortura. Porque, si la están torturando, es la primera. Siempre ha sido a mí al que han atacado.

Se oyen pasos y aprovecho para correr hasta los barrotes. Cuando veo a Justin me sorprendo tanto que por un momento me pienso que es un gemelo suyo o algo así. Argel, que es el que le obliga a caminar, lo mete en la celda en la que Txomin se encontraba.

¿No decía Sera que estaba muerto? ¿Por qué está aquí?

—¡Dónde está Sera! —logro exclamar, aunque de una manera ronca.

—Sera está en una habitación, a salvo. No debo ni quiero explicarte nada. Ya la verás en varios días.

—Te salvo la vida, ¿y así me lo pagas?

—Yo no soy el gilipollas de Justin —dice, riéndose—. Me voy por ahí, que hoy estoy invitado a una fiesta. ¡Bye!

Justin y yo nos quedamos solos. Él se va al fondo de la celda, pero yo me mantengo en mi sitio. Cuando estoy seguro de que estamos los dos solos, decido preguntar en alto la misma pregunta que formulé en mis pensamientos minutos atrás.

—¿Por qué estás aquí? ¿Tú sabes dónde está Sera?

—Masumi accedió ayer a ponerse el sombrero y en un rato se lo pondrán... Tú serás el siguiente.

Me llevo las manos a mi pelo y me lo revuelvo con frustración. ¿¡Por qué accedió!? ¿Qué motivo de peso tendría que tener ella para querer ponerse ese maldito sombrero?

—Resulta que yo soy el tío de su medio hermano...—me confiesa.

—¿Cómo es posible?

—Me enteré porque trajeron a mi madre al planeta Tierra. Ella me confesó que con dieciocho años tuvo un hijo con mi padre, pero que se vieron forzados a dejarlo en el orfanato de Septembrus. 21 años más tarde me tuvieron a mí, al que le ocultaron esa noticia... Lo más fuerte es que yo conocí a Jake gracias a un tal Otto.

—¿Has dicho Otto?

—Sí. Los tres tenemos la misma edad e íbamos al mismo centro educativo, aunque Jake estaba en otra clase distinta. Otto fue el que nos presentó.

Otto es el que tiene el libro de Sera. ¿Debería preguntarle a Justin sobre él, o debería callarme?

Al final decido que es mejor mantener silencio. Si me pregunta de qué lo conozco, o de qué lo conoce Sera y por qué, dado a que en teoría sabían "dónde se encontraba" el libro de Sera, quizá ate cabos y nos traicione para ser aceptado de nuevo. Que fuese amigo de su medio hermano no significa que ella deba conocerlo.

—¿Y tu madre está bien? —finjo interés.

—Me han dicho que no le harán nada porque está embarazada, pero no puedo fiarme de esa gentuza.

Si Justin es el tío de Jake, está claro que ha accedido a ponerse el maldito sombrero por él. Al final Sera le ha salvado la vida dos veces a este tipejo. Me pregunto si haremos bien salvando a aquellos que nos hacen mal. Si merece la pena, o si estamos siendo tontos... ¿Hubiera sido más fácil que dejase morir a Argel? ¿O que Sera permitiese que Justin se pudriese hasta palmarla cuando la secuestró en su casa?

Toqueteo la llave que Txomin me dejó. Me imaginé en su momento que se la robó a Argel, ya que a él le cachearon y le quitaron la que tenía. Pero aun así... ¿Es que él se hacía a la idea de todo este asunto? ¿Él me salvaría ahora mismo si pudiese?

—Qué libro tan extraño...—murmura Justin. Se aproxima a los barrotes y lo lanza hacia donde estoy yo, impactando contra mis barrotes. Aun así, puedo cogerlo con gran facilidad—. Pone que debes leerlo tú. No soy metomentodo.

Lo abro y veo que pone que lo ha escrito Txomin. No sé si reír ante la incredulidad, o mantenerme serio y preguntarme cosas que no serán respondidas. No hasta que él esté delante de mí, claro.

No sé cuándo leerás esto, y quizá lo hagas demasiado tarde, pero los humanos vinimos al enterarnos de que querían usaros como aliados temporales para luego asesinaros sin oportunidad de quejaros porque estaríais de acuerdo. Nosotros no somos tontos. Somos conscientes de la leyenda real que todo el mundo de los doce planetas ha ido largando por ahí a sus afiliados en las residencias, pero hay cosas que ellos no saben. Nosotros sabemos todo sobre vosotros; que tenéis todos los dones posibles, que podéis conectaros... Y que tenéis unos libros especiales que os ayudarán a ganar.

Obviamente no puedes ir diciendo que los humanos sabemos eso porque no todos son conscientes. Será un secreto, ¿vale? Confío en ti. Lamento que te cortasen los dos dedos, yo no quería que sucediese eso. Y respecto lo del sombrero ese que usarán para lavaros el cerebro... No seas gilipollas. Huye y reúnete conmigo. Podemos estar los dos a solas, yo me encargaré de protegerte. Te esperaré tres días en las afueras de este sitio tan podrido; los días tres, cuatro y cinco. Si te quedas, estarás acabado.

Ah, el día que maté a los, ¿cincuenta? Convictos, escuché que en la guarida de ese tal "él" podrás encontrar una pista sobre su nombre.

PD: Eres realmente interesante, ¿lo sabías?

Txomin.

Arranco esa página, que es la única escrita del libro, y me la pongo en la cadera de tal manera que la cadera se encarga de que no se caiga y se mantenga en el sitio. Saco la llave que tengo conmigo y abro la celda.

—Justin, ¿quieres venir conmigo? Es hora de huir.

—Masumi se ha sacrificado por mí —me sonríe, triste—. Además, mi madre está aquí. No quiero que les hagan daño a ninguna de las dos.

—¿Puedes decirle a Sera que la quiero muchísimo, pase lo que pase?

—Dudo que logres huir... Aunque la mayoría de convictos se hayan ido y estén en su lugar los exiliados, te será difícil.

—Las premoniciones la mayoría de veces son reales, ¿no?

—Se supone que sí... Ese es el don único de Sera.

—Es en lo único que puedo confiar ahora mismo. Que te vaya bien.

—Mucha suerte, agostense.

Corro y no puedo evitar imaginarme que me he tirado un súper pedo o algo así. Tampoco puedo evitar reírme.

Espero que algún día Sera me perdone no haberle contado lo que me sucedió respecto a mi madre, pero seguro que lo comprenderá. Si me comporté de manera fría cuando me preguntó respecto a eso, fue porque si se entera y cambia de bando, lo chivaría. No podía arriesgarme a eso. No cuando el contenido de los libros será revelado en poco tiempo.

Nuestra misión, una vez estemos los once reunidos es, aparte de salvar a Sera, destruir los libros.

—¿Ese no es el guardián de Agostus?

—¡Sí! ¡Cogedle!

Mierda.

No me queda más remedio que echar a volar y defenderme de los ataques que me lanzan, así que eso hago.

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Saga meses del año III: El intercambio de octubre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora