ODELL.
Si los demás pudiesen verse las caras, creo que se reirían por no llorar. En parte lo comprendo. Oír a Fernand ha causado en mí una confusión más grande de la que ya tenía de por sí, pero sé que mi expresión facial no es tan penosa como la de Damian y Abby, y no tan terrorífica como la de Maya.
—Ni siquiera tiene sentido —Damian se rasca la cabeza con ferocidad, aunque creo que no se percata de la excesiva fuerza que está usando—. No al cien por cien.
—Por eso no querías decírnoslo a Maya y a mí antes...
—Era mejor comentar lo que sabía una vez estuviésemos los cinco juntos —Fernand se lleva las manos al mentón, pensativo—. Uhm... El problema es averiguar al cien por cien ese sentido.
—Y para eso hay que saber lo que pone en los doce libros —dice Abby.
—Vale. A mí no me contéis cuentos chinos —masculla Damian, cesando su rascamiento—. Preferiría haber sido un ignorante un poquito más.
Maya se levanta del sillón en el que estaba sentada y se acerca a un jarrón con hortensias de cinco colores; azul, rojo, verde, gris y morado. Coge la azul con delicadeza y la congela y descongela con un brillo triste en su mirada, aunque desaparece cuando nos observa a los cuatro.
—Dadas las circunstancias, no podemos arriesgarnos más. Como dentro de días será el cumpleaños de Abby, mínimo hasta juno no podremos salir de esta casa.
—¡Tú estás como una puta cabra! —exclama Damian al segundo—. ¿¡Por qué hasta juno!?
—Porque quiero que os volváis todos unos Hikikomori —responde Maya con una sonrisa sádica.
Ah, no, no, no. Bethany me dijo que hoy habría una fiesta de disfraces, ¡y sorpresa! Amo ponerme trajes pintorescos. Lo disfruto como si fuese un niño pequeño. De pequeño mi tía me obligaba a trabajar en casa mientras mis primos estaban o estudiando o de fiesta. Un día, salí con mis compañeros de clase a una fiesta de disfraces y desde ese entonces nunca faltaba a una. Añoro esos tiempos.
—Pero, ¿no se supone que eres caaaasi invencible? Por ese motivo el mes de maius debería ser un mes fuera de peligro, ¿no? —ironiza Fernand.
—Mis oídos sí que están en peligro cada vez que sueltas una mísera palabra por tu boca.
—¡Ya está bien! —exclama Abby, poniendo los brazos en jarras—. Como empecéis a discutir otra vez os prometo que os castigaré.
—Oye, Abby...
—Dime, Odell —me mira y me sonríe mientras Maya vuelve a dejar la hortensia azul donde estaba, Damian se mira las uñas con una expresión aburrida y Fernand mira se muerde el labio, quizá para no decir nada.
—¿No tendrás algún abrigo de piel, ver...?
—Vuelve a preguntarme eso y ya veremos si eres tú el que se vuelve un abrigo de piel —deja de sonreír para fulminarme con la mirada.
Se me había olvidado que Abby es una aprilense y que está en contra del maltrato animal y esas cosas. Pero es que no había caído en que los abrigos de piel vienen de un animal muerto.
—Vale. Perdón.
—No estaría mal que lo volvieses un abrigo de piel, Abby —dice Maya sin mirarme—. Total, para lo que hace...
—Es que quiero ir a una fiesta. Perdón, Abby.
Maya se acerca a mí y me da un bofetón que provoca que Damian se levante y la aparte de mí porque sabe, como todos, que yo sí que no pienso defenderme si vuelve a hacerme algo.
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Saga meses del año III: El intercambio de octubre.
FantasyAbril ha llegado... y las premoniciones se cumplen. El libro da comienzo con la famosa huida de Augustus y su encuentro con Miane, pero la historia no tratará sobre lo que sucede después de este hecho. Irá sobre lo que sucedió entre el momento en el...