XXV: Desconfianza.

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FERNAND.

Miro con el ceño fruncido el libro que pertenece al guardián de Agostus, Augustus. Paso las páginas de forma apresurada porque sé que es inútil y que no encontraré nada. Y eso me enfada.

—¿Cuándo se lo tendrás que devolver a Maya?

—¿Tú crees que Damian se lo va a ceder así porque sí? —pregunto, medio borde.

—Ya le he convencido para que lo haga. Y no hace falta que me respondas así.

—Lo siento, Abby —suelto un suspiro de frustración—. Sabes que no lo hago queriendo. Pero es que estoy desesperado. Si se supone que estos libros contienen la verdadera historia, ¿por qué solo vemos refranes, refranes, y más refranes?

—Te perdono, pero solo porque te conozco ya lo suficiente como para no tomármelo tan a pecho —rodea mi cuello con sus brazos y apoya su mentón en mi hombro. El roce de su pelo en mi nuca me provoca un cosquilleo que no dura mucho—. ¿Y bien? ¿Cuándo se lo tendrás que dar?

—Mañana.

Ayer salvamos a Maya y a Odell gracias a la conexión, y hoy, cuando se han reunido con nosotros en el antiguo país francés, me ha exigido que se lo devuelva. O más bien, a Damian, pero él se ha negado. "¡Augustus es mi mejor amigo, no el tuyo!" recordó. Maya se mostró tan fría cuando le respondió que incluso Damian "el indomable" se quedó tieso.

Me imagino que Abby ha logrado convencerle porque tienen un vínculo bastante fuerte, que si no... De todas maneras, la guardiana de Maius no se va a alejar de nosotros, y menos estando el guardián de Octumbrus en cuidados intensivos. El muy tonto iba desabrigado para estar en una zona tan fría como lo es Antártida. Un poco más y hubiese fallecido por hipotermia.

—No me fío mucho de ella —confieso, refiriéndome a Maya—. No es por nada, pero me da la sensación de que oculta cosas...

—Todos lo hacemos, ¿no?

—Ya, pero la defiendes porque, técnicamente, es una de tus aliadas por la ley de los planetas.

No sé por qué, pero la guardiana de Julius me dio mala espina, la de Marzus me dio la sensación de que me caería mal, y ahora la guardiana de Maius creo que nos oculta cosas. La única chica guardiana que me cae bien de momento es Abby. Por el bien del equipo espero que cambie de parecer, pero me lo ponen difícil.

Durante estos casi dos meses me he hecho a la idea de estar en un grupo de tres, no de cinco. Y mucho menos de doce.

—Eh, Fernand —deja de estar detrás de mí para estar a mi derecha. Apoya las manos en el escritorio y señala con el dedo una parte del libro—. Esa zona está en rosa, y hay algo escrito en ella... —acerca su cabeza y frunce el ceño—. Pone "para llegar al decimocuarto..."

Volteo levemente mi cabeza para mirarla y ella hace lo mismo. Pongo una expresión de incomprensión, así que vuelvo a fijarme en la zona que ella ha señalado segundos atrás.

—Yo no veo nada.

—Acaba de aparecer por la cara... Estaba pensando en que quedan muy pocos días para que sea mi cumpleaños cuando mis ojos lo han visto.

—Vale, y yo te estoy diciendo que no veo nada.

—"Para llegar al decimocuarto..." —señala con ahínco la zona—. Ponte gafas. Te urge.

—¿Me estás llamando ciego? —arqueo una ceja.

—¡Como para no hacerlo!

Cierro el libro y me levanto. Arrimo la silla al escritorio, cojo el libro y miro a Abby sin cambiar la expresión de mi cara.

Saga meses del año III: El intercambio de octubre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora