XVII: El tercer fracaso.

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JADEN. 

Como Miane había pedido un día concreto para realizar su intento, y era quizá demasiado tardío, yo fui la tercera persona en intentarlo. No les dije nada al trío de guardianes ya que yo no suelo mostrar mis sentimientos, pero tenía miedo. Miedo de lo que pudiese descubrir ahí dentro. Miedo de quedarme solo ante tantas personas.

Porque sí, tengo Autofobia, es decir, miedo a la soledad. Si no hubiese sido por Abby Failder, a quien debo encontrar cueste lo que cueste justo después de saber lo que tanto ansío, quizá hubiese entrado en un estado enorme de shock. Al fin y al cabo fue la segunda guardiana que conocí, la primera si tenemos en cuenta que a Nixie apenas la recuerdo.

Estuve dos meses más o menos con ella. Meses que me sirvieron para conocerla mejor. Ella por aquel entonces vivía en el edificio (o residencia como le llaman los demás) del antiguo país francés, pero se había escapado. Decía que no quería estudiar nada humanoide, pero que tampoco quería habitar en ese lugar donde se sentía enjaulada incluso aunque al principio se había considerado la chica más feliz de Aprilis. Al final acabaron encontrándola y llevándosela a Rusia para que hiciese una "misión de perdón". No volví a saber de ella, y ni Evan, ni Miane ni Julieta la han conocido.

Mi plan era hacerme notar, total, si decía que era un convicto junense me creerían al instante ya que era verdad. Yo lloré el día de mi cumpleaños y habité en Juno hasta que me desterraron. Al igual que le había sucedido a Evan, me vi forzado a desarrollar más de la cuenta uno de mis dos dones y ocultar el único. Decidí que era más útil el don de la riqueza.

Puse mi dedo en el lector de huellas dactilares. Julieta me había explicado que era el mecanismo juliense perfecto para descubrir si alguien era un intruso o no, y como ya estuve una vez ahí supuse que podría entrar. Y fue así. La lucecita se puso en verde y se me permitió el paso hasta el interior.

Me dio un mareo y tuve que apoyarme en la pared y cerrar los ojos. Me comenzó a doler tanto la cabeza que sentía que en cualquier momento el cerebro explotaría.

No tardé mucho en recordar el momento en el que había entrado en el edificio por primera vez. Y, esa vez, al completo.

—Chesum, ¿no sería mejor evitar toda esta situación y llevarlo a la celda? —inquirió un chico bastante musculoso y alto.

—Ya hemos encontrado a la otra, Argel. Si somos avariciosos la situación será desfavorable para nosotros.

—Aún es novembrus. Podríamos matarla sin problemas y...

El tal Chesum, que era el chico que me llevaba a mí a rastras y que era el culpable de que no pudiese pronunciar ni una sola palabra, frenó en seco y me empujó, tirándome al suelo. Tampoco podía defenderme.

Se aproximó al tal Argel y ambos se fulminaron con la mirada. A Chesum se le notaban las venas negras de lo enfadado que estaba ante la osadía de Argel, y Argel tenía una expresión tan siniestra que me daba pánico.

—Es lo que han ordenado los doce líderes —mi padrastro salió de la nada y me levantó con el mismo asco de siempre, ese que jamás se molestó en ocultar incluso delante de mi madre—. El olvido de los dos amantes. Ese hecho será como el de la convicta más joven de la historia; estarán en los libros de historia y de literatura. Si os adelantáis y matáis a esa joven ahora, los once planetas restantes descubrirán demasiado pronto el percal y será muy probable que ni siquiera permitan a los futuros exiliados de Decembris venir a este planeta por precaución. Os recuerdo que aún queda un guardián por cumplir años.

—Argel es un estúpido sin cerebro —se notaba que Chesum intentaba controlarse para no escupirle en la cara—. ¿Has traído el libro?

—Sí, pero yo no puedo interpretarlo porque no comparto sangre con este desgraciado al que llamo hijastro —me obligó a seguir caminando, y Chesum y Argel se pusieron a nuestra altura—. En cambio, su madre sí.

Saga meses del año III: El intercambio de octubre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora