XL: "Los humanos especiales".

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NIXIE.

Muchas personas corren armadas por el bosque tan extenso que se expande justo delante de mis narices, en silencio. Un poco más lejos, logro localizar a Augustus junto a una chica rubia que le ayuda con algo.

—Ya le he encontrado —informo a mi acompañante, tendiéndole los prismáticos—. ¿Qué crees que hará? ¿Y qué harás tú?

—Si está acompañado no puedo hacer nada —me responde una vez que los ha localizado—. Pero volveré a verle demasiado pronto.

—¿Esa quién es?

—Miane Stoney, rango cálido.

—Ah. Es que está en el grupo de Evan Vugo.

Aunque me he dedicado a espiarles durante un tiempo, no había podido informarme sobre ellos. De todas formas, mi objetivo era Evan, aunque dado a que esa chica ahora está con el objetivo de mi compañero, quizá la situación se complique. O no. Qué se yo.

—Son exiliados —dice, encogiéndose de hombros—. Son dos de rango cálido y dos de rango frío, tres si Augustus se une.

—¿Y por qué son tan especiales? ¿Algún día me dirás por qué lo soy yo también?

—Tú solo lo eres porque tu bisabuelo es el antiguo embajador de Novembrus en Juno.

—¿Y ellos? —insisto.

—Porque se creen una estúpida leyenda del planeta Tierra. Yo si fuese tú, ni me molestaría en saberla de momento.

—Ya. Primero debo recordar.

Cueste lo que cueste debo averiguar qué sucedió en el lapsus de tiempo que aún me falta por recordar. Puede que esté relacionado con lo que me dijo Maya Bosey, rango frío, pero ¿y si no es así? A lo mejor planeaba embaucar a Evan para nada.

Mi acompañante se relame los labios, aun observando a Augustus. Es un poco turbia la obsesión que siente por ese chico.

¿Eso es lo que hace el amor?

—No me creas que me he olvidado —dice de repente, interrumpiendo mis pensamientos—. ¿Tienes lo que se te pidió?

Abro mi mochila y saco un libro llamado "Las Realidades Más Idóneas del Momento", que mezcla el color añil con el dorado. Se lo tiendo y él lo coge sin soltar los prismáticos. Parece ser que Augustus es más importante que aquello que quería tener sí o sí.

—Fue muy fácil conseguirlo. Dianne y yo pudimos cogerlo e irnos sin herir a casi nadie.

—Los humanos especiales te aceptarán sin dudar, entonces.

Sonrío. Ser parte del grupo minoritario (solo son quince personas de momento) de humanos que quieren defender a los habitantes de los doce planetas es un orgullo. Además, tienen las doce armas especiales. Me gustaría usar alguna de ellas algún día.

—Aunque para ello debes cumplir una imposición que se te dirá ahora mismo —prosigue.

—¿Cuál?

—NUNCA hablar con alguno de ellos —ordena, refiriéndose a los exiliados y dueños de esos libros que él quiere tener en su poder.

—Uhm... Bueno. Vale.

Yo no tengo ningún problema, pero, ¿y si me sucede lo que me sucedía con Evan? ¿Y si, de repente, en cualquier momento del día o la noche, veo delante de mí a alguno de ellos? ¿Les ignoro sin más? Seguro que saben que puedo verlos.

Además, hay algo que no he dicho, ni diré. Para saber qué es lo que no recuerdo de mi vida debo aprender a interpretar "LRMIDM". El otro día, el libro que Maya destruyó delante de mis narices, reapareció. Intacto. Como si jamás se hubiese destruido en pedacitos de hielo. Y no pienso revelar nunca su ubicación, ni usarlo hasta que sepa cómo lo hace mi compañero.

—Vaya. Parece que han capturado a uno de rango cálido —murmura, no muy afectado—. Odell Puori.

Él me tiende los prismáticos para que pueda verle, y aunque no me suena de nada, me encojo de hombros. ¿Qué debo hacer si no? No le conozco. No me importa lo que suceda. No de momento.

—¿Cuántos libros tienes ya? —le pregunto.

—¿Con este? Dos. Y sé el contenido de un total de cuatro libros. El tuyo, incluido.

—Pero el mío lo tenían los convictos y los exiliados malvados...

—¿Crees que eso es impedimento para alguien como yo? —masculla. Me tiende el libro que le había dado y señala con la cabeza mi mochila—. Vuelve a guardarlo. Nos vamos de aquí. Se avecina una tormenta de la cual tendremos que estar muy, muy atentos.

Él se me adelanta mientras yo acato sus órdenes. Una vez que he cerrado la cremallera de la mochila y me la he colgado tras las espaldas, le sigo.

—Ah, Nixie. Recuerda que aquí no hay traiciones que valgan.

—Lo sé. No te preocupes, Txomin —le digo mientras nos adentramos en el profundo bosque.

Saga meses del año III: El intercambio de octubre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora