II: Recapacitar.

179 32 19
                                    

SERA-MASUMI.

Augustus me recuerda sin lugar a dudas a un crío de cinco años casi en su totalidad. Me trajeron junto a él en enerus y aún no logro comprender cómo es posible que no le importe contar chistes malos y recibir una paliza por ello. No se lo quiero decir porque lo único que le faltaba ya era motivarse aún más, pero le admiro. Le admiro muchísimo. Y si tuviese que arriesgar mi vida, lo haría por él sin pensármelo dos veces.

Está dormido. Eso es algo que tampoco puedo comprender de él. No se toma esta situación en serio, o al menos, aparenta no hacerlo. Siempre es capaz de reconciliar el sueño pese al dolor que sienta o pese a la mala situación que estemos viviendo. En cambio, yo siempre duermo mal.

Solamente me hicieron un par de días para darme cuenta de que yo no quería vivir en la residencia de Septembrus, sino en una casa, estudiando una carrera humanoide; astrología. Me imaginé que sería difícil convivir con los humanos, pero tenía la esperanza de que no me tratarían tan mal como solían decirnos en Septembrus. Además, lo hacía porque tenía la esperanza de heredar un don especial, que era el del ciclo lunar. Al final no obtuve lo que quería, pero tampoco el don único que se supone que solo yo podía heredar si mi medio hermano no lo había heredado hace tres años atrás.

La familia Muz perdió su prestigio cuando fui exiliada el 1 de septembrus. De todas formas me dio igual. Yo era la única que quedaba viva de esa familia y a nadie le iba a afectar que la familia estuviese contaminada. Mi madre había muerto al darme a luz y a mi padre lo asesinaron en el hospital nada más fallecer mi madre. No tenía ni abuelos ni tíos. Lo único que me quedaba era mi padrastro, el primer marido de mi madre y el padre de mi medio hermano, Jake. Fue él quien se hizo cargo de mí.

A Jake le condenaron con la muerte tres años antes de mi decimoctavo cumpleaños, o al menos eso es lo único que pude captar cuando estaba a escondidas, oyendo una conversación entre el juez y mi padrastro. Me quise morir en ese momento, e incluso me sentó bastante mal que mi padrastro se lo tomase tan bien. Nunca le vi llorar ni lamentarse por su muerte. Nunca. Eso provocó en mí un rechazo tan grande que en los tres años antes de mi cumpleaños definitivo apenas le dirigí la palabra. Pensé que quizá se debía a que a Jake lo habían condenado a muerte por un asesinato, pero aun así no lo veía justificable. Jake era la persona más buena del planeta, e incluso heredó el don de la velocidad.

Qué felices hubiésemos sido los dos durante esos años.

Unos días después de dejarle claro a los nueve veteranos que no quería vivir en la residencia, ellos me permitieron irme a vivir a otro lado siempre y cuando viajase a Bolivia para hacer un recado. No me importó porque lo único que tenía que hacer era coger el transporte público y aguantar una hora y algo de trayecto.

Fui, hice mi recado y me permití tomarme mi tiempo para volver. Me di un paseo por la capital del antiguo país boliviano. Observé que, al igual que en la India, había demasiadas imperfecciones que a mí me ponían de los nervios, así que intenté no fijarme tanto en eso. Por lo demás me pareció bastante bonita. Al menos la gente no me miraba mal, aunque no sabría decir si era porque estaban acostumbrados a ver a desterrados y convictos, o porque no sabían reconocerlos.

Pasé de largo por una cafetería, pero sentí algo dentro de mí que me obligó a retroceder. Fue muy extraño, porque fue como si sintiese una alegría inmensa que sin lugar a dudas no era mía. Así que entré en ese sitio.

Solo estaban dos clientes y un camarero que se le notaba en la cara que no le gustaba estar ahí. La chica y él comentaban algo entre cuchicheos y sonrisas por parte del chico. El camarero no prestaba atención a ninguno de los dos, e incluso se fue de esa zona. No se percató de mi existencia, pero el chico sí que lo hizo. Cuando nuestras miradas se encontraron se acercó a mí, me puso una mano en el hombro y carraspeó.

Saga meses del año III: El intercambio de octubre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora