XIV: El primer fracaso.

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JULIETA.

No era la primera vez que me colaba en una residencia. Hubo una vez, en el mes enerus, en la que tuve que salvar al guardián de Decembris. Me parecía una eternidad cuando lo pensé, pero en realidad había pasado poco más de dos meses.

Lo que tenía en mente no podía hacerlo yo sola. Necesitaba la presencia de un junense bastante conocido, daba igual cual, para irrumpir en ese lugar con la seguridad que tan bien se me da fingir. Es el problema de haber aprendido a vivir en una mentira; eres capaz de aparentar ser una persona totalmente distinta a la que eres realmente.

Miane y yo sabíamos muy bien donde guardan los datos de cada persona ya que fue en el mismo lugar donde tuvimos que modificar nuestras huellas dactilares por el cambio de identidades. En mi residencia había un montón de informes de julienses que ni siquiera habían llegado aún por ser menores de edad. Recuerdo que nos extrañó, pero no le dimos importancia. Tampoco iba a dársela una vez lograse los datos de Jaden.

—Vive justo en ese portón —me dijo una piedrecita que al parecer tenía fama de ser la más cotilla de toda la ciudad—. Se llama Bryson y su madre es una de las veteranas del edificio.

—Cuando te pregunté si algún exiliado se había independizado y vivía cerca no me refería al hijo de una veterana... —murmuro, incómoda.

—¡Oh, vamos! ¡Es tan querido que ni siquiera se darán cuenta de que te alejas de su lado!

—No sé yo...

Me acerqué a uno de los tres portales que había en la calle y llamé por el telefonillo. Carraspeé segundos antes de que el tal Bryson hablase.

—¿Quién es?

—Soy Fatima Nala Azalee de la Kesia —le digo con una alegría que a mí no me caracteriza para nada—. Ya sé q...

—¡Fatima! ¡Bajo enseguida, espera!

Colgó y me aparté de la puerta para que el chico no tuviese ninguna dificultad en salir. Me ajusté mi peluca negra y corta y me saqué un espejito para pintarme los labios.

—Perfílame bien, ¡una dama tiene que saber cómo maquillarse a la perfección! —me decía el pintalabios con tono de riña.

—No la pongas nerviosa, ¿no ves que le tiembla el pulso a la chiquilla? Esa no se ha maquillado en la vida.

La verdad es que no. A mí no me gusta eso del maquillaje y es la primera vez que me maquillo por mí misma por algo que no tenga que ver con una celebración especial.

El portal se abrió y guardé todo rápidamente. Al verme el chico puso una mueca de extrañeza y yo me acerqué a él, poniendo una mano en su pecho y riéndome.

—Bryson, amor, ¿te ha comido la lengua el gato?

—Estás distinta.

—¿Ves esto? —le enseñé diez billetes de 1000 naira y le abaniqué. Entrecerró los ojos del gusto—. Se le llama cirugía estética y pasta.

—¿Aún sigues traficando? —se mordió el labio e intentó robarme algún billete, pero los aparté justo a tiempo y cabeceé.

—SecreTo de profesión.

No me gustaba ser tan lanzada y descarada con un chico al que no conocía de nada. ¡Qué vergüenza estaba pasando! Pero la piedrecita decía que Fatima, la novia de Bryson, era así y que debido al trabajo de ella, ambos separaron sus caminos.

Saga meses del año III: El intercambio de octubre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora