Parte IV

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Ocultarse en la oscuridad le hacía sentir seguro. Era como si no pudiese ser visto, como si no pudiesen encontrarle en ella; le creaba la extraña idea, de que cuando lo sacaban del único rincón oscuro en esa pequeña y maloliente habitación a las rastras, podía abandonar su consciencia en ella, hasta que lo dejasen regresar. La oscuridad lo cubría, lo apañaba, ocultaba las heridas de su cuerpo... le permitía imaginar que no estaba en ese lugar y que lo que se olía en el ambiente, no eran los cuerpos de sus padres pudriéndose.

Era por eso que rasguñaba el piso con sus uñas desgastadas y sangrantes, porque quería regresar a ese estado de seguridad ficticia.

Los hombres le sostenían, a veces le golpeaban porque se resistía, la última vez le habían pegado tan fuerte en la cabeza hasta que la hicieron sangrar... otras, llevaban picanas eléctricas, sus lugares favoritos para aplicar las descargas eran los genitales,... otras, simplemente, no tenía ganas de luchar y dejaba que lo hicieran... que siguiesen alimentándole con la carne de los cuerpos de sus padres. Últimamente, ya no se creía capaz de resistir la "ayuda" que ellos le ofrecían y sencillamente, se alimentaba solo, temeroso de escuchar esos pasos acercándose luego de atravesar la puerta, para atormentarle. Y esa vez no fue la excepción.

Estaba tratando de alimentarse, tratando de ignorar la insistencia de su esófago por devolverlo todo. Hacía un par de horas que había vomitado y no podía permitírselo otra vez. Cuando los pasos se dirigieron hacia él, trató de meterse un trozo más grande que los anteriores a la boca.

—Los resultados de tus últimos intentos no han sido... nada buenos.- dijo y se colocó de cuclillas frente a él.

B. no pudo evitar vomitar esa vez, su cuerpo estaba tan acostumbrado a hacerlo que ni siquiera le significó un gran esfuerzo.

—Me he cansado de decirte que sigas tratando... que lo hagas, que pienses en la formula hasta que des con ella... pero, nada parece servir contigo- continuó hablando de manera imperturbable —Así que supuse que podíamos ayudarte... tal vez, ofrecerte un sitio en donde puedas conectarte mejor contigo mismo y tus pensamientos.

Beyond sintió su cuerpo tensarse en ese momento.

"¿Por qué no me desmayo? ¿Por qué no caigo muerto en este instante?"

La puerta se abrió y dos hombres ingresaron por ella arrastrando, sin mucho esfuerzo gracias a las pequeñas ruedas que contenía en la superficie inferior, lo que parecía ser una caja fuerte, pero de un metal un poco más fino en cuanto a densidad y una pequeña abertura corrediza en la parte superior de la única portezuela con la que contaba.

— ¿Conoces el "toro de falaris"?... Supongo que si... un muchacho tan inteligente como tú, debe de conocerlo...- habló el hombre de la máscara blanca, con su muy característico tono burlón. —...Esta es una versión de él... un poco más práctica. Te meteré allí, en esa caja hasta que puedas pensar en algo... o... hasta que me canse de ti y la ponga en acción...-

Los hombres se acercaron a él, le tomaron de los brazos hasta el punto de hacerle daño, por la fuerza de la presión que sus dedos ejercieron sobre su carne, y le obligaron a ponerse de pie.

— ¿Sabes? Suelo ser una persona que pierde el interés fácilmente... es probable que la idea de la formula esté comenzando a dejar de resultarme atractiva, por la falta de resultados... tu entiendes.

Habiendo dicho eso, ellos, le arrastraron hacia la caja y le empujaron hasta que, apretujado en demasía, entró en ella.

Beyond miró con desesperación al hombre de la máscara blanca antes de que la puerta se cerrase.

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