Parte III

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Metió su dedo índice en el agua cristalina y la miró con desconfianza unos instantes mientras lo movía deformando las ondas, que el mismo había causado contra la superficie.

De cuclillas, al borde de la piscina, se debatía internamente por meterse y nadar o irse de allí. Había demasiada gente. Demasiados niños, salpicando por todas partes el agua. Demasiado bullicio.

Hubiese deseado no tener que mudarse allí o mejor, que su padre no fuese tan insistente con lo de la natación. Por suerte, no todo era tan malo. Quilish, un amigo de su madre, tenía una agencia de investigación y hacía unos meses le habían dado permiso de trabajar junto a él para que no estuviera al vicio, por haber terminado con sus estudios antes de tiempo. Sin embargo, el deporte era deporte y no debía descuidarlo.

Elle infló los mofletes, antes de suspirar con pesadez. Sabía, que a diferencia de la piscina de su anterior casa, esa agua contenía cloro para acabar con todos los microorganismos que fuesen en demasía perjudiciales, pero, a pesar de ello, sentía asco. Por lo menos, en su casa, eran pocos quienes nadaban.

— ¿Eres nuevo en el instituto?

Elle alzó la mirada hacia el muchacho de unos 15 años que le hablaba y no pudo evitar pensar en lo guapo que era. De cabellos castaños, ojos color caramelo y un cuerpo bastante estilizado, digno de un buen deportista.

—Yo... no pertenezco al instituto. Mis padres son amigos del director-

—Me parecía que no te había visto aquí antes- dijo el muchacho y se sentó a su lado metiendo los pies en el agua.

— ¿Conoces a todos los alumnos de aquí?

—No me habría olvidado de un rostro como el tuyo...Podría decirse, que poseo una buena memoria.

— ¿Un rostro como el mío?- preguntó curioso y no pudo evitar llevar el pulgar a sus labios; una de sus tantas manías.

—Así... de llamativo.

Elle esbozó una media sonrisa y se acercó más a él.

— ¿He llamado tu atención?

El muchacho esbozó una hermosa sonrisa y se puso de pie.

— ¿Sabes nadar o has venido aquí a aprender?

—Nado desde los 2 años- respondió irguiéndose.

— ¿Qué te parece una carrera?

—Si gano, me das tu número- se aventuró a responder, divertido.

El castaño rio.

—Veremos si lo consigues.

Se zambulló en la pileta, sintiéndose emocionado por el desafío que le habían planteado.

Nadar era uno de sus deportes favoritos, después del tenis. Era por eso, que no le costaba para nada dar brazadas cada vez más potentes. Ganaría aquella carrera y obtendría el número de ese muchacho, se decía a si mismo con ánimos, sin embargo, al llegar a la meta descubrió con pesar que había perdido.

No podía creerlo. Era la primera vez que no ganaba una carrera y, en parte, se sintió amargado. Miró al castaño sonreírle victorioso y no supo que decir.

—Me temo que no podré darte mi número-

—Yo... Eres impresionante- dijo mirandolo fijamente y llevandose el dedo a la boca para mordisquearlo.

— ¡Oye!...- el castaño frunció el ceño y lo miró con preocupación —Creo que deberías salir de la piscina- dijo y tomando su mano, le mostró las manchas rojas que comenzaban a aparecer en su piel.

MíngwángDonde viven las historias. Descúbrelo ahora