Parte II

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Near dejó el robot, con el que había estado jugando, sobre el suelo. Se sentía desganado. La certeza que daba vueltas en su mente, no lo dejaba en paz.

— ¿Por qué tienes esa estúpida expresión en el rostro?

Se volteó a ver a Mello, quien, de espaldas sobre el colchón, dejaba caer su cabeza por el borde de la cama y le miraba. Sus cabellos rubios, casi tocaban el suelo y sus mejillas se habían puesto rojas por la sangre que, de seguro, estaba acumulándose en su cabeza. No era una posición muy cómoda, pero se veía guapo de esa forma.

Near se llevó la mano a los cabellos para enredar sus dedos en su mechón favorito. No podía confesarle que la razón de su desasosiego era él... no se sentía capaz de admitir que estaba preocupado por su seguridad. Apenas llevaban un par de semanas manteniendo una relación, confesar eso, sería precipitado.

Sabía el rumbo que tomaría la situación de continuar inmiscuidos en la investigación. A causa de la profesión que Mello ejercía, lo más factible era que su hermano lo considerase como óptimo para realizar las tareas de alto riesgo y por ende, la posibilidad de que le ocurriera de algo de gravedad, era de un 98%

—No he tomado en cuenta, la expresión a la que Mihael hace referencia. ¿Podría decirme cuál es?-

Mello giró sobre su eje, hasta quedar con el estómago apoyado sobre el colchón, antes de utilizar sus manos para incorporarse rápidamente.

— ¡Oye! Tengo una idea. Te compraré algo... lo que tú quieras, solo pídelo.

**

— No puedo creer que estés feliz por eso.

Near escuchó la voz de Mello muy cerca de él y cayó en la cuenta de que estaba sonriendo levemente, mientras observaba la bolsa con juguetes que el rubio le había comprado. La verdad era, que se había aprovechado un poco de la situación.

—Considero que la felicidad, está en los detalles pequeños.

Mello rio.

— ¿Vas a decirme que es lo que te tiene preocupado?- preguntó e ingresó a un local de comidas rápidas.

Near le siguió los pasos y buscó un asiento cerca de una de las ventanas. Se llevó la mano a los cabellos para juguetear con los mechones. Definitivamente, no se lo diría.

— ¿Estas preocupado por mí?

Alzó los ojos sorprendido y le vio sonreír.

¿Cómo era posible que lo hubiese adivinado?

—Está bien, lo siento- rio —Fue lo primero que se me vino a la mente. Iré a pedir- se puso de pie y se marchó.

Near lo observó por unos instantes y suspiró. Habían hallado la dirección de Kiyomi Takada y Elle había pedido a Mello que fuese allí a sorprenderla, vistiendo algún disfraz; al parecer, los secuestros estaban de moda. Recordó cuando Mello hizo lo mismo con él, la experiencia había sido horrible, sin embargo, todo mejoró cuando recibió un beso de su parte. Era increíble, como si simple contacto, lo mejoraba todo. Cada vez que tenía a Mello cerca, la sensación de vacío se esfumaba como por arte de magia. Nunca antes se había sentido de esa manera, su vida, siempre había sido una sucesión de rutinas sin novedad alguna, haciéndole llegar al punto de creer que era como sus propios juguetes, manejado por unas manos invisibles que, extrañamente, disfrutaban de despojarle de sus sentimientos, haciéndole experimentar lo mismo una y otra vez, consiguiendo con ello desesperarle.

¿Quién se había apiadado, entonces, y le había dado la oportunidad de conocer a Mihael? ¿Quién había decidido cruzarlo en su camino?

Mello era el único, capaz de movilizar todo su interior, de provocar que su corazón latiera con fuerza, de causar cosquilleos en su estómago y el fuerte deseo por estar en su presencia, cerca de él, disfrutando cada pequeña cosa que estuviese dispuesto a darle y justo ahora, que podía decir que lo tenía para sí, justo ahora que Mello le regalaba un poco de su tiempo... de su compañía, aquel que parecía mover los hilos de su destino, buscaba la forma de arrebatárselo. ¿Era ese, otro de sus juegos?

MíngwángDonde viven las historias. Descúbrelo ahora