La rutina de Iván, que se basa siempre en seguir las reglas que los demás forjaron para él, cambiará con la llegada de Lucas, un chico tierno y de buen corazón que hará tambalear las convicciones de Iván, haciéndole ver que el mundo tiene más colore...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Matías Márquez se hallaba en el mismo lugar que el día anterior, ya en estos momentos, las demás personas y él debían de estar alojados en uno más estable para poder continuar con sus negocios, pero algo les impedía poder salir de allí. Matías se encontraba en estos momentos, delirando de fiebre y con una condición que no presagiaba nada bueno.
—Brad no podemos seguir manteniéndolo así —vociferó Aiko preocupada por la salud del chico que ocupaba a la fuerza una de las pocas camas—. Si este niño no ve a un doctor pronto, podría morir.
Ambos adultos se hallaban en el living del lugar discutiendo los problemas que acarrearían si la condición de Matías empeoraba, uno de ellos, Brad para ser específicos, parecía no comprender que aquel joven que se encontraba en aquel estado delicado, requería una verdadera supervisión médica.
—No podemos llevarlo a un hospital, harían demasiadas preguntas, y con nuestros antecedentes, no podemos darnos el lujo —razonaba el hombre lleno de tatuajes y cicatrices—. Déjalo allí, ya se recuperará, solo lo hace para llamar la atención.
—¿Llamar la atención? ¿Eres idiota? —dijo la mujer. De inmediato se dio cuenta de su error al ver los ojos enfurecidos del hombre.
—¿Cómo me acabas de llamar? —susurró acercándose a ella de manera peligrosa— Escúchame, Aiko, entiendo que te preocupes por él. Aunque la verdad no me importa, es solo un pedazo de basura para mí, pero deberías cuidar tus palabras si no quieres que te haga lo mismo.
A pesar de las ganas de buscar ayuda para Matías, el temor por su seguridad pudo más para Aiko.
—Sí, señor —afirmó obediente—. Pero si me dejas, puedo ir yo a llevarlo sin que tengas que ir tú necesariamente —insistió.
—¡Qué no! —vociferó a los gritos—. Déjalo ahí tirado. Al menos si muere es una carga menos.
La mujer no podía entender de dónde venía tanto desprecio a aquel chico cuando se suponía que él lo había salvado de casi morir en un accidente años atrás. Entonces, ¿por qué parece tan indiferente a él? Había algo aquí que no le cuadraba, pero no era tan valiente como quisiera para poder averiguarlo.
—A propósito, ¿has conseguido más hombres? —preguntó Brad.
—Conseguí algunas personas que pueden ayudarnos con la distribución, pero los estoy poniendo a prueba, aún no podemos confiar en ellos tan pronto —dijo la mujer todavía un tanto frustrada por la actitud de Brad.
—Bien, debemos empezar a tener todo preparado para que el jefe pueda trabajar sin problemas.
Aiko nunca había visto al jefe del que hablaba Brad, solo sabía que era un ruso que metió el negocio del narcotráfico a la pandilla que pertenecían ambos. Si bien aquella banda se deshizo por culpa de algunas personas, aquel tipo nunca perdió el contacto con Brad e inclusive pagó una suma de dinero para que su sentencia fuera más corta, sumándole a ello el supuesto buen comportamiento que demostró tras las rejas, pudo salir en menos tiempo de lo esperado. Apenas salió el hombre de la cárcel, el ruso lo contactó para empezar un negocio nuevamente, pero ésta vez, en una ciudad distinta en donde el nombre de Brad Warren no fuera tan conocido.