T r e i n t a y c u a t r o

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—¡Iván!, ¿se puede saber que estás haciendo? —dijo su padre viniendo con prepotencia hacia él

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—¡Iván!, ¿se puede saber que estás haciendo? —dijo su padre viniendo con prepotencia hacia él. Su madre solo se quedó estática en el lugar.

Los demás permanecieron quietos. El padre de Cameron, Sam, Lizzy e incluso Lucas, permanecieron en total silencio, aunque este último quiso zafarse del agarre del castaño, pero este no se lo permitió. Leonardo soltó una maldición y se posicionó a lado de Iván.

—Papá, mamá, ¿qué hacen aquí? —dijo sudando del nerviosismo.

—Te dije que vendría si tenía tiempo libre, pero nunca pensé encontrarme con esto, ¿nos puedes explicar que estabas haciendo?

La postura de ambos era de pura tensión. Lo miraban con confusión, como si no pudieran creer lo que sus ojos vieron hace unos segundos. Iván podía sentir la mirada de sus padres juzgándolo aún sin saber lo que tenía que decir. Aún sin poder defenderse.

—Señores, creo que es mejor irnos a hablar en un lugar tranquilo —habló Leonardo.

—¡No me voy a mover de aquí hasta que mi hijo no me explique que hacia besando a otro hombre! —gritó el padre de Iván. El escándalo no era bien visto en un lugar que reclamaba silencio, así que el castaño trató de apaciguar el ambiente.

—Papá, te lo explicaré todo, pero no hagas que nos echen de aquí.

Desde su lugar, Iván pudo ver como el rostro de su padre se volvía cada vez más rojo y unas venas sobresalían en sus sienes indicándole lo enojado que se encontraba.

—Más te vale que tengas una buena excusa para hacer algo tan...asqueroso como eso.

Dicho aquello, se dio media vuelta y su esposa lo siguió, supuso que lo esperaría en el estacionamiento del hospital por lo que se puso en marcha para seguirlo. Un brazo lo freno. Miró a Lucas quien estaba firmemente aferrado a él.

—Iré contigo.

—No. No lo harás.

—No voy a dejarte solo, Iván.

—Escucha —dijo agarrando el rostro de Lucas con delicadeza—. Conozco a mis padres, sé cómo calmarlos, no te preocupes. Debes ir a la habitación y aguardar a que la doctora vaya junto a ti como de seguro lo hará cuando sea tu turno.

—Eso no es importante ahora. Quiero estar contigo.

—Lo sé, pero no es necesario. No soy ningún niño inmaduro, estoy por cumplir los veinte, si quieren tratarme como a un chiquillo, se llevarán una gran sorpresa —aseveró con convicción.

—Pero son tus padres, Iván. Ten cuidado —finalmente cedió al ver lo resuelto que estaba el castaño.

—Mi hijo tiene razón, ve con cuidado —habló Leonardo—. Pero te en cuenta que siempre puedes contar conmigo. No lo olvides.

Camino a tu CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora