T r e i n t a y t r e s

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El teléfono de Iván sonó en sus bolsillos

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El teléfono de Iván sonó en sus bolsillos. Con renuncia, tuvo que soltarse de los labios de Lucas para atender. Cada vez que estaban solos, aprovechaban la intimidad que tenían. Nunca pasaron de besos y roses, pero aun así siempre se lanzaban miradas como quien hacía una travesura. Aunque fueron encontrados in fraganti más de una vez por las enfermeras, algunas más simpáticas que otras.

—¿Hola? —habló con irritado debido a la interrupción.

—Iván, ¿cómo está Lucas? —preguntó su madre preocupada.

Estos días que había permanecido al lado de Lucas, casi ni tuvo tiempo de ir a su propia casa. Su madre decía que iría a visitarlo, pero tampoco se había acercado, por lo que llamaba a preguntar cada cierta hora.

—Mamá, él está bien —dijo mirando al protagonista de la conversación—. Lo más probable es que hoy a la tarde le den el alta.

—Me alegro tanto por él— alegó aliviada—, tendré que ir a visitarlo antes de que salga.

—No te preocupes mamá, podrás hacerlo cuando lo llevemos a su casa— Lucas, al sentir el rumbo de la charla, le mostró el pulgar en señal de conformidad

—Está bien, hijo. Espero pronto verte por aquí, debes descansar —lo regañó—. Sé que es tu amigo, pero también tiene a su familia, ¿sí?

Iván tragó saliva al recordar que debía enfrentar a sus padres. A pesar de que estaba resuelto a hacerlo, había un deje de temor del que no se podía librar por más que sabía de su resolución.

«No puedo ser un cobarde, ya lo he decidido», se reprendía a sí mismo constantemente, ¿pero a quien no le da temor dar semejante noticias a sus padres?

—¿Iván? —preguntó su madre ante su silencio.

—Claro mamá, no te olvides que tenemos una plática pendiente.

Lucas lo miró atentamente cuando dijo esto último y le apretó la mano. Iván le guiñó el ojo para no preocuparlo.

—Por supuesto que no se me olvida —recalcó la mujer—. Por cierto, ya debo colgar, te veo en un rato si al final decido ir.

—Adiós mamá y no te preocupes —cortó la llamada.

Después de la charla, se quedó nuevamente con la angustia de lo que les dirá a sus padres. Planeó cada palabra en su mente y los posibles resultados.

—Iván, estas en la luna —dijo Lucas al verlo con el ceño fruncido.

—Lo siento, pequeño. Es que estoy pensando en cómo se los diré.

Los dos estaban hombro a hombro en la cama del hospital. Al principio Iván se rehusaba a robarle espacio al rubio, pero este insistía en que se quedaran así porque le hacía sentir mejor. Sabía que era chantaje, pero ya que venía de su parte, no le molestaba aceptar su petición.

Camino a tu CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora