Belleza.

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Escribí esto. No es un poema. No es algo para juzgar y comparar. Sólo léanlo si quieren y ya. 💜

Levántate de tu asiento, camina al espejo que tienes, ése de cuerpo completo que nadie sabe de dónde ha salido, pero ahí se encuentra.
Obsérvate.

Observa meticulosamente cada parte de tu cuerpo, gírate para mirar tu espalda y luego tu vientre.

Mira tu rostro. No quieres, pero lo comparas con aquellos mejores a tu perspectiva, y ahora, tus cejas, tu nariz, tus labios que tanto te gustaban, no significan más.

Tomas el valor y bajas la atención por tu cuello, directo a tus pechos. Te centras en ellos por un momento y te decepciona la imagen ante ti. Lo que ves te hace sentir avergonzada. De nuevo piensas en los bustos de las mujeres en las fotografías de revistas. No quieres seguirte viendo.
Pero lo haces.

Lo haces y bajas a tu estómago. Lo juzgas. Ya sea por pequeño o grande, por lo restirado o por lo acumulado que se siente. No te agrada la idea de tenerlo ahí, de cargar con tu piel. Ahora te giras de perfil para notar cómo luce desde otro ángulo, aunque ya lo tienes perfectamente memorizado por cada tarde en la que te paras frente al espejo antes de ducharte.

Suspiras y cierras los ojos unos segundos porque necesitas un descanso de ti. Te preguntas si eres la única que no se soporta a sí misma.

Y ahora aprovechas que estás girada de perfil para ver tus caderas, sólo notas esos huesos que las hacen puntiagudas o ese músculo que las hace parecer muy espaciosas. Igual ves las marcas que te ha dejado el crecer, parecen pequeños rasguños más blancos que el resto de tu piel. No son tan malos, o eso creías hasta que la imagen de ese artículo de Facebook te pasa por la cabeza, con el titular: "Mira las terribles estrías de señora de Bella Thorne". Y ahora te avergüenzas de tenerlas.

Cubres tus ojos. Quieres despertar y que desaparezcan de todas tus extremidades.

Bajas a los muslos, igual ahí se encuentran esas líneas. Pero ya no toman la mayor parte de tu atención. Ésta va al tamaño de tu carne, a lo delgados y largos que son tus muslos, o a lo grandes y firmes que se ven. Te preguntas si eso es lo bonito, si deberías ejercitarte más o dejar de hacerlo porque eso te crea más músculo y por lo tanto más volumen. Repasas las fotos de la gente que sale en televisión. Tocas tus piernas y tratas de ponerle cierta medida con las palmas de tus manos. A veces adelgazan a tu perspectiva o a veces se vuelven más grandes. Pero no estás conforme.

Ahora miras tus rodillas, demasiado saltadas, tienen un color que puede no te agrade. Siempre encuentras la manera de ver algo negativo en cosas tan diminutas.
De nuevo te giras.

Miras la parte trasera de tus piernas y notas un par de venas saltadas.

Ahora simplemente ves tus pies. Ya no necesitas el espejo. Estás algo mareada por todo lo anterior pero quieres colocarle una cereza al pastel. No te gustan tus uñas, miras los pequeños cayos o los bordes y te parecen feos. Muy pequeños. Muy grandes. La misma rutina.

Vuelves tu vista al espejo, observas tu cuerpo completo sin darle importancia a todo lo que lograste ver hace un momento.
Observas a una persona. Lágrimas cayendo por sus mejillas, la piel se le ha tornado más clara y en las bolsas de sus ojos se notan las pequeñas venas. Ves a una persona con el cabello desarreglado y amarrado de manera chusca. Respira por la boca y mantiene la cabeza semi gacha, mirando todo, observando, comparando, midiendo, preguntándose porqué.
Pero no puede hacer nada.
Solamente es una persona al borde de la locura por algo que ya está hecho. Ves a un niño sufriendo por una plastilina que ya está dura.

Entonces caminas lejos del espejo. Te colocas la mejor ropa que tienes, un vestido blanco con negro, para ocultar tu piel, para ocultar tus marcas, para ocultarte a ti. Regresas al espejo y te miras.
Bella.
Bella.
Bella.
Pura felicidad porque te sientes bella. ¿Pero es verdadera toda esa belleza, si te estás escondiendo detrás de ella? ¿En verdad te amas, o amas a la persona que ves en el espejo, llena de plastas y prendas minuciosas?
Vienen a ti repentinas arcadas, porque quieres amarte desnuda y odiarte cubierta. Pero no es así. Mientras más te ocultes, más te agradas. Y entonces lo piensas:
Has aprendido a amar a la persona equivocada.

FEMALE RØBBERYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora