Miedo.

71 7 1
                                    

Siempre se piensa en el suicidio.
La idea vaga de arrebatarnos el hilo restante en el suéter rojo que nos obsequió alguna vez la abuela. Alejarnos de nosotros mismos por un rato, o por siempre... averiguar.
...
Una idea que va y viene constantemente sin verdadera intención en ella, la capacidad tan alejada de la realidad que se nos planta.
He pensado en suicidarme, pero no sería capaz de hacer semejante tontería... porque hay cosas que quiero ver, música que deseo escuchar, lugares por visitar, risas por explotar... vida por vivir.

Y ayer, por primera vez en mi completa existencia, lo sentí. El verdadero vacío. Un dolor tan inmenso escurriéndose desde abajo hasta arriba, golpeando mi paladar mientras saladas lágrimas resbalan por mis ojos.
Un pensamiento tan serio del cuál me considero capaz.
Y no me puedo sacar de la cabeza la terrible intención que tengo de quitarme la comezón mental que arrastro desde antes de siquiera poder escribir. Algo que no se va ni en sueños, terribles mares de pensamientos, una, dos, tres, cuatro, cinco veces y media. Uno... repetir.
Sufro.
Sufro y no puedo evitar hacerlo.
No puedo desde hace más de 10 años.

Y me pongo un alto. Porque estoy harta de hundirme en mí misma.

Me escondo ante palabras indecisas que no llevan a la realidad, al hecho tan crudo.
Y por favor, perdonad las siguientes palabras.

Ayer pensé en quitarme la vida. Y por primera vez me asusté, porque por primera vez lo consideré realmente.
Pienso una y otra vez en las razones para no hacerlo. Todo aquello que siempre me ha puesto en una posición vulnerable e incapaz de cometer violencia en mi contra.
Pero la comezón mental es tan grande que ya no quiero, carajo, ya no quiero. Ya no quiero. Ya no quiero. Y mi cabeza grita mientras tecleo.
Ya no quiero.
Ya no puedo.

La taza de suicidios pasa por mi cabeza. Nunca quise ser parte de ésta. Quiero una muerte digna pero ya ni ese pensamiento es suficiente para saciar el dolor.

Necesito hacerlo.

Nada me detiene de querer acabarme y de tener que acabarme.

Tengo miedo porque ya no tengo miedo.

Hoy desperté con la idea de suicidarme, de hartarme con pastillas o colgarme.
Entre risas imaginé las palabras que colocaría en mi nota: "mamá, no es tu culpa. No es de nadie." Y luego le explicaría todo.
No es depresión.
No es ansiedad... tal vez.
...
Es algo que ya mi mente no es capaz de retener. Un trastorno tan grande como mi cerebro entero. Me abarca y no lo quiero.

Pero no puedo deshacerme de él.

Siempre quise escribir.
Eso me ayuda.
Y he dejado de llorar pero la idea se mantiene. Nunca sucedió así.

Y tengo miedo, me digo. Tengo mucho miedo.

FEMALE RØBBERYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora