Capítulo 3

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Allí estaba él, sentado en su auto con esos ojos penetrantes viendo como lentamente bajaba las escaleras, así como un tigre acechando a su presa.
En mi caso, yo era un servatillo intrépido, que en lugar de correr en sentido contrario iba justo hacia el ambriento Bengala. Sabía que era él, el auto rojo y su sonrisa de ganador me lo habían dejado claro. No soy de las típicas chicas que aceptan salidas a ciegas, pero vamos... ¡Hay que darle algo de emoción a la vida! Eso me faltaba, EMOCIÓN, vivía una vida común, trabaja en una oficina por un sueldo regular, estudiaba en una buena universidad y salía una vez por mes con algún chico guapo -(Ninguno que me emocionara realmente) Relaciones amorosas cotidianas- (Para ser más honesta ¡Aburridas!) ¿Qué digo aburridas? ¡Aburridisimasss! Creo que en los últimos meses lo más interesante que me ocurrió fue comprar unas botas y que calzara perfectamente con mi pie talla 6 siendo yo talla 9. Hombres dulces, algunos patanes, otros mujeriegos, los conocí de todas las clases, con dinero, sin dinero... De los que pagan la cuenta, de los que te dejan pagar la mitad para que te sientas independiente o sólo porque son "Tacaños". Un par de noviazgos fallidos en los últimos años.
¿Supongo que te preguntarás y el sexo? Realmente no tengo una carta amplia de sementales para comparar pero mi sentido común me dice que: (Bastante ordinario e insipido) Y lo respalda mi amiga Sharon, ella es la típica mujer hermosa con ojos verdes y con excelentes atributos, cada vez que le cuento sobre mis encuentros sexuales termina llorando y tomándose la botella de José cuervo completa, no pido nada del otro mundo, esa selectividad sexual se las dejo a las mujeres con grandes pechos,enorme trasero y cintura de abeja, las chicas como YO sólo necesitamos a alguien que finja no ver a las mujeres hermosas cuando van de nuestra mano. Soy fiel a mi convicción de que "Una mujer hermosa debe ser LIBRE de ataduras" esa es mi regla de vida desde mi cumpleaños número 23.
Libre como las hojas de otoño, mi problema no era la soledad.

Ojos de bengalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora