Capítulo 32-Cena

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Benjamín

Primer día de trabajo, todos hemos estado nerviosos en cualquier primer día de trabajo. Estar en mi propia oficina me llenaba de felicidad, digo, tengo mi propia computadora. ¿Saben lo que significa eso? Porno, mucho y amado porno que ver cuando tenga tiempo libre. Van a pensar que soy un enfermo, no se equivocan, me gusta el porno como a todo hombre.

Jake entra a la oficina con una sonrisa, me levanté de mi sillón y lo miré con una sonrisa.

—Bienvenido, Benjamín y feliz cumpleaños—dice dándome un pequeño paquete, oh mi primer regalo—Bien, te diré lo que tienes que hacer por hoy. ¿Ves esos archivos que están en la esquina de tu escritorio? —mi mirada se dirige de inmediato a la pila de archivos que hay allí—Tienes que leer, separar, organizar y distribuir por oficinas correspondientes. Buena suerte, y Ben, por favor, hazlo bien, no quiero archivos extraviados.

Vaya forma de iniciar mi primer día de trabajo. Hacer lo que me pide Jake suena bastante sencillo, pero leer cada página de esos documentos, levantarme de mi silla y salir para llevarlo a alguna oficina de este enorme edificio era tarea difícil. Ya era medio día y ni siquiera iba por la mitad.

Me senté exhausto en mi silla y cerré los ojos, tengo que hacer tanto el día de hoy, no puedo creer que sea mi primer día de trabajo y ya estoy muerto, sentía que mis ojos iban a explotar de tanto leer esas pequeñas y malditas letras.

Escucho como se abre la puerta, padre amado, me puse en alerta y me fijo que Con diamantes había entrado con su bolso, había acabado de salir del hospital, pues esta llevaba su típico uniforme.

—Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti—dice cantando, sonreí y me levanté para acercarme a ella, me acerco a sus labios para perderme en un tierno beso, los labios de Lucy eran tan suaves. Nunca me cansaré de decirlo.

Con diamantes, que linda sorpresa verte aquí, tantos documentos me mataban—digo con voz dramática.

—Tu primer día y ya te estás quejando—dice sonriente—Vine a comer contigo, así que vamos, tengo hambre.

Miraba el plato de Lucy, una ensalada verde con algo que no distinguía que era. Pobre mujer, morirá de hambre si sigue comiendo tan poco. Luego miré mi amada comida, que consistía en pollo frito con arroz y frijoles.

—¿Alguna vez has comido carne? —pregunto mirándola a los ojos, Lucy negó mientras la daba un bocado a su ensalada—Ya que es mi cumpleaños, te invito a cenar muy lejos de los lugares brillantes y extravagantes, solo seremos tú y yo. Nada de autos, nada de restaurantes de 5 estrellas, solo tú y yo.

—Bien, pero te advierto que no he viajado en tren—dice apuntándome con su dedo.

No sé si reírme o llorar por esta pobre infeliz que no ha viajado en tren ¡Estamos en Nueva York! ¿Quién no ha viajado en tren en Nueva York?

Luego de terminar con la comida, nos dirigimos a mi oficina. Lucy tenía la tarde libre, por lo que decidió ayudarme en mi trabajo clandestinamente, se me hacía muy difícil poder concentrarme en pura totalidad si la tenía muy cerca de mí.

—¿Y dónde vamos a cenar? ¿Debo de ponerme algo para la ocasión?

—Hace frio y vamos caminando, ya sabrás tú que usar—digo mirando muy concentrado unos documentos—Diablos, no puedo ver bien las letras, se ven borrosas si no me acerco a verlas.

—A lo mejor necesitas lentes, creo que tienes síntomas de miopía—Lucy se acerca a mí y mira el documento—Porque yo veo perfectamente bien desde aquí.

Me quedo callado, usar lentes no entra en mi personalidad. Voy a parecer un intelectual aburrido. Hago una mueca y Lucy se echa a reír.

—¿Por qué los hombres creen que se ven idiotas con lentes? —pregunta sentándose en el escritorio—Me iré a preparar. ¿Puedes terminarlo solo?

Aceptando el amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora