Mini-serie: La casita de Natsu (13)

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Mavis se puso su lencería favorita.

Blanca, como el alma de un niño, era la que usó durante su noche de bodas. La misma que, al día siguiente, provocó que sus piernas temblaran, como las de un venadito recién nacido; como Bambi andando por el hielo. Esperaba que hiciera su magia nuevamente. Nada como recordar, aquel precioso día, en que decidiste no escuchar los consejos de tus padres y casarte con un Dragneel. ¿Cuánto se estarían arrepintiendo, al saber que, Zeref ya tenía dinero suficiente para una buena boda? ¿Para llevarla de vacaciones al extranjero, al menos, dos veces por año? Mucho, seguramente. Se arrepentían de llamarlo ''pobretón''.

Ella agradecía su esfuerzo. Pero, pedir sexo, al menos una vez a la semana, no era un crimen; no estaban en 1854. La liberación sexual y todo lo que llevaba consigo, como los juguetes en forma de pene, eran buenos y geniales. Sin embargo, ya empezaba a dolerle la mano y también, no era igual a estar con otra persona. Sabía que acudir a Natsu era malo, si sentía un poco de remordimiento.

— ¡Amorcito! —Gritó, al escuchar la puerta abrirse. — ¿Vamos a...?
— Se emborrachó con una margarita —dijo Natsu, quien cargaba a Zeref en su espalda, dormido y ebrio—. Lo siento.
— No es tu culpa...
— Yo lo reté a beberla. No pensé que terminaría así. Igneel aguanta tres botellas de vodka, una barra de pan blanco y sigue en pie. Pensé que los genes de él serían fuertes en Zeref. Me equivoque. ¿Lo esperabas?
— No, está bien. Iré a dar un paseo.

Salió de la habitación, visiblemente afectada, con la lencería puesta. ¿Quién le diría algo? O más bien, en su estado emocional, no escuchaba ni veía nada. Se estrelló dos veces contra la pared de la entrada, antes de atinarle al hueco de la puerta. Natsu acostó a su hermano, lo arropó y fue detrás de Mavis. Era su cuñada, su hermana política, no la podía dejar andar en ropa interior por la playa; la que estaba llena de hombres, dispuestos a darle más de lo que ella quería. Debía cuidarla. Aunque sonara un poco hipócrita, después de haberle probado, hasta el lugar más escondido. ¿Secretamente, muy en su interior, quería ser el único, que se aprovechara de la debilidad de ella? El sentimiento de culpa, continuaba ahí, pero no le impedía ir a buscarla. Sucediera lo que sucediera, Zeref no se enteraría, porque...

— Ume, sal de donde estés —Natsu dio una vuelta completa, mirando en todas las direcciones posibles—. Ume, ¿estás por aquí? ¿Tienes tu celular a la mano? Sé que estás enojada por lo de ayer, pero así es la vida. No siempre tendrás lo que quieras. Lo siento. No me vayas a echar de cabeza, ¿sí? Cuando crezcas, me vas a entender.

Ella no apareció. Bien. No andaba cerca.
Natsu no era estúpido, sabía que si Ume estaba enojada con él, sería capaz de llevar a Zeref a donde estuviera con Mavis; gritar algo como '' ¡La traición del siglo!'' y atraer la atención, de todos en un área de dos kilómetros. Ya se veía en alguna página porno. Y justo al lado del video, habría una publicidad de ''agranda tu pene'', a pesar de que no lo necesitara; tenía unos diecisiete centímetros. Mucho más, bastante más, que lo normal para un japonés.

Encontró a Mavis, escondida detrás de unas rocas, en una zona alejada de la playa. Se mecía en sí misma, con la mirada extraviada en la nada, completamente inmersa en sus pensamientos. Los cuales, incluían entre otras cosas, conseguirse un consolador más grande. ¿Dónde había quedado su segunda noche de bodas? ¿Tenía que volver a casarse, para sentir de nueva cuenta, un dragón entre las piernas? ¡Maldito Zeref! ¡No la comprendía ni un poco!

— ¡Mavis!
— ¡Natsu! ¡¿Viniste a decirme que te quieres casar conmigo?!
—... Por supuesto que no.

Oh, bueno, lo intentó.

Tú y yo (Natsu Dragneel harem)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora