Capítulo Final

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Narra Justin:

—Papi, no es por nada pero llevamos diez minutos sentadas aquí esperando a que hables—dijo Amalia tímidamente.

—De seguro ya tenemos el culito plano de tanto estar sentadas aquí—bufó Maya y la miré mal. Era una grosera de lo peor.

—La razón por las que las he despertado antes es porque quería preguntarles si podrían decirle a Susan que haga el desayuno para mamá—dije y ambas alzaron la ceja.

—¿Por qué?—preguntaron ambas con burla y bufé. Ellas sabían muy bien porque, solo querían burlarse de mí.

—Susan no me quiere en la cocina porque la otra vez casi la quemo—bufé y ambas rieron. –Chicas—me quejé y ambas rieron más fuerte haciéndome bufar. Sabía que iban a burlarse de mí. Llevaban toda la semana burlándose. Tanto así, que cuando fui a buscarlas al colegio sus amiguitas se rieron de mi porque ambas le habían contado lo que pasó.

—Lo siento papi, pero no puedo evitar recordar como Susan te pegó con el sartén—rio Maya echándose para atrás muerta de la risa.

—Al estilo Rapunzel—rio Amalia y las miré mal mientras me ponía de pie. Tenía las hijas más burlonas del mundo. –Ya papi, no te enojes—pidió abrazándome por las piernas. –Sé que quieres sorprender a mamá con un buen desayuno así que te ayudaremos— sonrió y asentí suspirando de alivio.

—Eso sí, ya sabes nuestro precio—dijo Maya y asentí de mala gana. Estas niñas me sobornaban por todo. ¿Pero que puedo decirles? Me pasa por mimarlas tanto. Por darle lo que siempre quieren. –Bien, iremos por Susan y tu ve por mami—dijo y asentí saliendo de la habitación.

—¡Papá!—escuche el gritó de Emma y reí entrando a la habitación de ambos encontrándomela de pie agarrándose del barandal de su cuna. Desde que cumplieron un año hace semanas ya hablaban más seguido, caminaban y corrían por todos lados. Sin duda teníamos la verja protectora en cada puerta para que no salieran o entraran. Derek, Emma y Ethan corriendo alrededor era un caos total. –Papá—sonrió estirando sus bracitos y reí cargándola.

—Buenos días preciosa—dije besando su boquita haciéndola reír escondiéndose en mi cuello. Sin duda seguía siendo la princesita de papá.

—Etan—dijo y reí acercándola a la cuna de su hermano, pero mi sorpresa fue encontrarla vacía. –Etan—sollozó viéndome y sonreí de ternura. Sin duda siempre serian unidos. No había nada que los separara.

—Vamos a buscar a tu hermano—dije limpiándole la carita poniéndole el chupete y salí de la habitación bajando a la sala.

—Oh aquí está mi princesa—sonrió Mima al ver a Emma que hizo puchero desde mi cuello al ver las manos de Mima. Ella quería a su mellizo a nadie más. No querían que la cargara solo quería a su hermano.

—Quiere a Ethan, ¿Dónde está?—pregunté y está señaló la cocina haciéndome tragar saliva. —¿Podrías llevarla tú? Susan no me quiere ahí—dije y esta rio asintiendo cargando a Emma. Si Susan me veía poniendo un pie en la cocina me volvía a golpear con el sarten y no gracias. Tuve una maldita hematoma en la cara gracias a ello. para ella la cocina era sagrada y yo hice un caos que terminó Jaece reinventándola. Dañé toda la electricidad de la cocina cuando salpiqué agua en uno de los enchufes. –Ahora regreso—dije antes de subir las escaleras rumbo a mi habitación. Sonreí al verla dormir plácidamente. Ella ya no tenía que levantarse temprano tampoco ir al trabajo o preocuparse por los niños. ¿Por qué? Yo me hacía cargo de todo, ella apenas hacia algo. Su embarazo era delicado y eso la mantenía en cama la mayor parte del tiempo, pero también fue decisión mía que ella dejara de trabajar. Quería que tuviera sus diez horas de sueño, que comiera más saludable, que tuviera más tiempo para hacer las cosas que le gustan, pero sobre todo que estuviera más relajada y más feliz. Sin duda estos meses le habían hecho bien. No quería levantarla porque lucia preciosa durmiendo, pero debía hacerlo. Tenía que desayunar y luego ir al médico, hoy sabríamos e sexo del bebé o de los bebés. Aun no estaba claro si eran uno o dos. Hasta ahora solo se había visto uno, pero en la última ecografía se habían escuchado los latidos demasiado fuertes y eso solo significaba que serían más de uno. No quería adelantarme ya que no quería que Amelia le diera algo, pero teníamos experiencias por las gemelas y los mellizos. Sin duda barriga grande y latidos fuertes solo significaba más de uno. Quería ser positivo y creer que los domingos de ir a la iglesia funcionaron y que solo íbamos a tener uno. Esperaba que así fuera. No voy a mentir, estoy nervioso. –Nena—susurré moviéndola suavemente haciendo que se quejara. Volví a moverla suavemente y esta me dio un manotazo haciendo que me quejara. –Nena—me quejé y esta rio dándose la vuelta mirándome.

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