Capítulo Cuatro

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—Hola—dijo Amelia detrás de mí y me giré a verla con una sonrisa. — ¿Dónde estuviste toda la noche? Te busqué en la cama, pero no te encontré—dijo y me acerqué a besar sus labios.

—Me levanté temprano por los mellizos—dije y esta asintió abrazándome. — ¿Cómo amaneciste?—pregunté. La había dejado dormir un poco más, lo necesitaba. Ninguno de los dos estaba durmiendo bien últimamente, pero solo me importaba ella.

—Mejor, dormí bien—dijo y asentí. Eso era un alivio para mi, si ella dormía bien, entonces yo estaba feliz. –Oye, ¿Por qué las gemelas durmieron con nosotros?—preguntó y reí saliendo del baño encontrando a las gemelas profundamente dormida en la cama. Me alegraba que durmieran aun, toda la noche estuvieron inquietas y Maya no me había soltado. No me gustaba que vieran esas películas por eso mismo. Luego les costaba irse a dormir a su habitación y eso en parte era bueno porque así pasábamos un tiempo con ellas, pero malo porque era difícil sacarlas para que vuelvan a su habitación. Créanme, ya habíamos pasado por esto.

—Vieron una película de miedo—dije sacando ropa del closet. Debía irme pronto, tenía una actividad que asistir.

—Lo sabia—bufó y reí. –Sabía que había algo raro porque Amalia se trepó encima de mí y no me soltó toda la noche—dijo y asentí. Maya también había hecho lo mismo. No nos habían soltado toda la noche y aunque amaba tenerlas en la cama con nosotros, ellas debían dormir en su cama como las niñas grandes que eran.

—Maya también estuvo así, pero espero que esta noche si duerman en su cama—dije y esta asintió sacándome una camisa. Independientemente de lo que yo sacara para ponerme, ella siempre me sacaba ropa y terminaba poniéndomela. Me puse la camisa que había sacado para mí y dejé que me la abotonara.

—De todos modos, ¿Qué película vieron?—preguntó sacando un vestido para ella.

—La casa embrujada de niños—dije y esta rio poniéndome la corbata. Hoy si tenía que ir con esmoquin.

—Esa es la que Frank le tiene miedo ¿No?—preguntó y reí asintiendo. –Miedosas—dijo y le pegué en el brazo en forma de broma.

—No digas eso, son tus hijas—dije y esta rio encogiéndose de hombros.

—Si, pero eso no quita lo miedosas que son—dijo y reí. –Pero no me quejo, yo soy una llorona—dijo y reí. Eso si era cierto, ella lloraba en todas las películas. No importaba si era de comedia, de muñequitos o de suspenso. Ella siempre terminaba llorando.

—Por cierto, hoy no estaré en la oficina—dije y esta asintió... –Pero regresaré a tiempo para almorzar juntos—dije. Nunca me perdía almorzar con ella. Independientemente si teníamos mucho trabajo o no, ambos almorzábamos juntos.

— ¿Qué harás?—preguntó y la seguí al baño mientras terminaba de abotonarme la camisa en las muñecas.

—Convención de platillos extranjeros—dije y esta asintió. Eso iba a ser muy bueno para nuestros hoteles si lo incorporábamos, pero primero debía saber todo relacionado. –Y a la hora de almuerzo he quedado con papá, así te unes—dije y esta sonrió. Tenía que hablar con papá sobre la convención que habrá en Arizona.

—Está bien, te llamaré para ponernos de acuerdo—dijo y asentí besando sus labios. –Te amo—sonrió y asentí acariciando sus mejillas. Amaba tener estos segundos con ella. Donde podía decirle te amo y llenarla de besos sin interrupción.

—Yo también nena, mucho—dije besando sus labios mientras le quitaba la camisa de pijama. Siempre la ayudaba a quitarse la ropa antes de la ducha.

Vacaciones Compradas {#3 Vientre Comprado}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora