Capítulo XXVIII

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—Buenos días papi—saludaron las gemelas al entrar a la habitación y este las ignoró caminando a la cocina en busca del biberón de los mellizos.

—¿Qué tal amaneciste papi?—preguntó Amalia, pero nada. No obtuvieron respuesta alguna de su papá. Lo que significaba que aún estaba molesto por lo de ayer. No les había dirigido la palabra en toda la noche ni siquiera las buenas noches les dio.

—Muy bien chicas, ¿Ustedes qué tal?—bufó Maya sarcásticamente, pero al ver la mirada de su papá se calló escondiéndose detrás de su hermana.

—Hola bebitos—saludó Amalia a sus hermanitos que sonrieron agarrando el biberón mientras alzaban sus piernitas al aire. Ambas miraron a su papá que chequeaba el pañal de sus hermanos con el ceño fruncido. Maya jaló la mano de su gemela llevándola a la habitación en donde encontraron a su mamá terminando de ponerse su traje de baño completo. Este apenas revelaba algo demás y lo había escogido para contentar a su esposo, pero este ni la miraba. Sin duda seguía molesto con ella.

—Mis bebés hola—sonrió Amelia al ver a sus chicas y se acercó a la cama abrazándolas. —¿Por qué las cara?—preguntó al verlas hacer un puchero.

—Papá sigue sin hablarnos—murmuraron ambas y Amelia suspiró abrazándolas. A ella tampoco su marido le hablaba y lo entendía. La había visto ligar a otro, pero sabía que había algo. Estaba segura que tenía que ver con el cuerpo del chico. Lo había escuchado levantarse en la madrugada y lo había encontrado en la sala haciendo ejercicio. Este no se había dado cuenta de su presencia, pero ella contó el tiempo que estuvo. Hizo casi dos horas de ejercicios y odiaba eso. No porque su esposo quisiera estar en forma, si él de verdad lo deseaba ella lo apoyaba porque lo amaba, pero estaba segura que él no lo estaba haciendo porque quería sino por parecerse a el chico.

—Yo creo que es mejor si no vamos a las clases de surf—dijo Amalia y Maya la miró mal.

—Pero Amy, Cameron nos estará esperando—se quejó Maya y Amelia asintió. Era cierto, el chico llamado Cameron había reservado el día para enseñarles surf, no podía cancelarle.

—Chicas, vayan por Derek yo mientras hablaré con papá—dijo y ambas asintieron saliendo de la habitación. Se miró en el espejo antes de suspirar. Si había algo que siempre funcionaba con su marido era el juego de palabras. Y eso iba hacer con él, en cuanto lo confundiera le rogaría que la perdonara por mirar a otro. Se recostó de la puerta de la habitación viendo como su chico estaba recostado de la cuna portátil mientras los mellizos bebían su biberón.

—¿Seguirás sin hablarme?—preguntó Amelia y Justin apretó la mandíbula sin decir nada. No iba a hacerlo, no cuando tenían mucho coraje. –Es gracioso ver cómo te comportas luego de lo que hiciste—dijo y este la miró mal.

—¿Según tu que hice?—preguntó molesto y Amelia alzó una ceja.

—¿No te acuerdas?—Justin negó. No sabía de lo que estaba hablando. –Es gracioso ver cómo te enojas porque ligué a ese chico cuando tú tampoco te quedaste atrás—improvisó lo primero que se le vino a la mente y Justin abrió la boca sorprendido y Amelia asintió. ¡Mierda! Ella sabía lo de la pelirroja. —¿Qué? ¿No dirás nada?—preguntó con burla. Sin duda amaba jugar con su mente. Debido a que él estaba molesto porque ella ligó a otro, era mejor irse por esa parte también.

—No hice nada con ella—bufó Justin haciendo que Amelia frunciera el ceño. –Vale, es cierto que me quedé mudo al ver sus ojos verdes y sus buenas piernas, pero...—Amelia lo interrumpió.

—¡Que!—gritó Amelia furiosa. No podía creer que en realidad su juego de palabras había funcionado. ¡Su esposo había estado ligándose a otra! —¿De qué diablos estás hablando?—preguntó molesta y este frunció el ceño confundido. Ahora sí que no estaba entendiendo nada.

Vacaciones Compradas {#3 Vientre Comprado}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora