Narra Justin:
—Mmm, hola—susurró Amelia desde mi pecho y sonreí al verla apenas con los ojos abiertos. Mentiría si dijera que no lucia preciosa con el pelo enredado, desnuda y los ojos medios abiertos. Tal vez era porque siempre la encontraba hermosa.
—Buenos días—saludé y esta sonrió.
—Buenos días feo—dijo empujándome hacia al lado haciéndome reír. Sin duda siempre terminaba golpeado cada vez se estiraba. —¿Hace cuánto que estas despierto?—preguntó viéndome.
—Me levanté hace unos minutos—respondí besando su frente mientras echaba su cabello hacia atrás. —¿Cómo te sientes?—pregunté.
—Como si un camión me hubiera pasado por encima—respondió y alcé una ceja. Eso era bueno, había dejado que durmiera bastante. Eso era lo único que ella necesitaría a partir de ahora.
—Recuerdo haber sido yo quien te pasó por encima anoche—dije y esta rio tapándose con las sabanas haciéndome reír. Amaba ponerla incomoda. –Oh vamos Amelia, tenemos cinco hijos y otro en camino, la timidez con nosotros no va—dije haciéndola reír. Entre nosotros no existía la timidez.
—No estoy tímida, pensé que esa parte te quedó clara cuando le grité a todos que follábamos rico y que te montaba en todos lados—me recordó mientras se ponía de pie y sonreí con picardía al verla entrar al baño desnuda. ¿Ya había dicho que amaba ese tatuaje de alas? Dios mío, amaba recorrerlo. Desde sus hombros hasta su trasero, sin duda uno de mis pasatiempos favoritos. —¡Justin!—gritó y la miré confundido. –Estabas distraído, ¿En que pensabas?—preguntó sentándose sobre mí y la abracé por la cintura.
—En lo sexy que eres—dije y esta alzó una ceja. —¿Ya te he dicho que cada vez que veo tu espalda desnuda me siento el diablo por estar poseyendo a un ángel?—pregunté y esta sonrió con picardía.
—No tienes que decírmelo, esto acá abajo me lo deja bastante claro—susurró moviéndose sobre mi haciéndome gemir. Sin duda ella sabía el gran efecto que tenía sobre mí. –Y creo que ayer volviste a poseer a este ángel—susurró en mí oído. –Y creaste otro angelito dentro de mi—dijo y reí besando sus labios. –Así que dime diablillo, ¿En que pensabas?—preguntó acariciándome el cabello haciéndome gemir. Amaba que hiciera eso. Me había dejado el pelo crecer y eso a ella le gustaba porque así podía jalármelo cuando hacíamos el amor o cuando estaba bipolar y quería que le hiciera caso a todo lo que decía. Créanme, me corté el cabello varias veces para que dejara de jalármelo cada vez que se ponía celosa o se molestaba porque no seguía sus órdenes.
—En contarle a todos sobre esto...—toqué su vientre aun plano y esta se tensó. –Lo sé, no quieres decirlo porque se pondrán como locos, pero es lo mejor—dije y esta suspiró.
—Lo sé, solo que no quiero arruinar las vacaciones—suspiró y asentí. Yo tampoco quería eso, pero era lo mejor. Teníamos que decirles a todos que estábamos esperando otro bebé, que Amelia estaba embarazada. No estaba seguro que iban a reaccionar bien, pero lo mejor era salir de ello. Con los mellizos tardamos casi dos meses en decirlo, pero se dieron cuenta por lo gordita que se estaba poniendo a Amelia. No quería pasar por eso otra vez, lo mejor era decirlo ya.
—Con suerte solo nos gritaran y nos harán pasar una vergüenza—dije y esta rio asintiendo. –Pero nada que no nos haya pasado antes—dije besando sus labios.
–Vamos, nos esperan en el restaurante de la playa—dije y esta sonrió besando mis labios antes de ponerse de pie. Ambos nos bañaron y bajaron a la playa preparándose mentalmente para lo que les esperaba. Sabía que no sería nada bueno. No luego de lo de ayer. Sabía que debíamos dar explicaciones. En especial a nuestras hijas que se quedaron confundidas por ver como los policías se llevaban a sus papás. Sin duda debo tranquilizarlas, no quiero que tenga esa imagen de nosotros en su cabeza. Me dolería ver la cara de asustadas de ellas de nuevo. —¿Quieres que hable yo?—pregunté y esta me miró.
ESTÁS LEYENDO
Vacaciones Compradas {#3 Vientre Comprado}
RomanceNada mejor que tener unas pequeñas vacaciones lejos de todos y a solas. Justin y Amelia querían eso, necesitaban tener unas vacaciones para ellos, pero con cinco hijos sabían que eso sería imposible. Entonces, ¿Por qué no convertir la escapada román...