Capítulo 1

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Magnus abrió perezosamente los ojos y frunció el ceño hacia la ventana abierta, donde los rayos del sol se colaban y le lastimaban los ojos. Cuando había llegado a esa casa había sido de madrugada, por lo que ni siquiera se había detallado en el hecho de que la ventana se quedaría abierta. Ahora debían de ser aproximadamente las cinco de la tarde, y tuvo la mala suerte de que se había despertado faltando minutos para que el sol terminara de ocultarse. Debía marcharse cuanto antes, porque algo que definitivamente no haría sería caminar en medio de las calles en plena oscuridad.

Giró su cuerpo dándole la espalda a la ventana, teniendo ante sí la vista de una mujer algo mayor con la desnuda piel rosada oculta bajo las sábanas de seda. Seguramente años atrás había sido muy bella, con el cabello y los ojos dorados, pero esa época había terminado. Ahora Magnus solo podía ver una mujer mayor.

Se quitó las sábanas de encima, se puso de pie y empezó a buscar su ropa por el suelo de la habitación.

— Mmm— un murmuro lo hizo girarse de vuelta a la cama, donde la mujer estiraba sus brazos despertándose. Magnus se arrodilló junto a ella y usó sus manos doradas para acomodar algunos desordenados mechones.

— No te muevas— le susurró —Aún debes reponer fuerzas— "Y vaya que a tu edad hace falta" pensó divertido.

— ¿Ya te vas? — preguntó ella de vuelta, usando una voz adormilada.

—Ya es tarde— ella abrió los ojos y lo enfocó.

— Fantástico como siempre, Magnus Bane. Dile a tu padre que estoy a su disposición— él sonrió petulante. Terminó de vestirse y sin darle ni una sola mirada más a la mujer abrió la ventana y saltó hacia el árbol cercano.

Mientras caminaba de regreso a casa, se fue abotonando los botones de su camisa blanca. Había olvidado su bastón en la mansión de la mujer, pero afortunadamente tenía una gran colección en casa. Poco a poco el cielo fue oscureciéndose mientras pasaba a los barrios más modestos de la ciudad, y antes de que apareciera la primera estrella ya se encontraba abriendo la reja que daba al camino de acceso. Su casa era una construcción de un solo piso, en su mayoría de madera, por lo que el color que más resaltaba era el marrón. No era bonita ni elegante, pero era su hogar. El único lugar en todo el mundo donde siempre desearía estar.

Una vez a dentro se dirigió a la cocina, y estaba sirviéndose una taza de té cuando escuchó la puerta de la entrada abrirse. Ahora serían dos tazas.

— ¿Hijo? — llamó Asmodeus. Magnus salió de la cocina y le ofreció una taza a su padre, quien al verlo sonrió —Que gusto que hayas regresado ¿Cómo te fue con la señora Imogen?—

—Ya no tienes de que preocuparte— le respondió, se sentó en una de las sillas y empezó a beber su té. Le podría decir a su padre el mensaje de esa mujer, pero no quería hacerlo. No quería que Asmodeus siguiera pidiéndole dinero prestado, y que luego él tuviera que pagar esa deuda con su cuerpo.

— ¿No me mandó algún mensaje? — Magnus se encogió de hombros.

—Seguramente lo olvidó. Como supondrás, estaba cansada— Asmodeus asintió dándole la razón a su hijo.

—Si, tal vez— ambos siguieron bebiendo un rato en silencio antes de que Asmodeus diera una mirada hacia la ventana y dejara la taza sobre la mesa— Me tengo que ir— Magnus inmediatamente se puso de pie.

— ¿Qué? ¿Vas a ir a jugar? Padre, acabo de pagar tus deudas con esa mujer—

—Lo sé, y te lo agradezco— Asmodeus caminó hacia él, y puso una de sus manos sobre la mejilla de su hijo— Eres igual a tu madre, solucionando los problemas en los que me meto siempre— rió ante sus propias palabras— No sé qué haría sin ti, Magnus. Pero por lo mismo, quisiera pagarte todo lo que has hecho por mí. Quiero multiplicar lo que tengo—

La resistenciaWhere stories live. Discover now