Capítulo 31

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Alec se salvó de tener una charla posiblemente incómoda con Camille, ya que apenas salió de la habitación del hospital, la mujer rubia se puso de pie y le pidió que le dijera a Magnus que lo esperaría en la cafetería para volver a casa. No le hacía ninguna gracia tener que pasar aquel mensaje, pero ciertamente era preferible a quedarse cara a cara con Camille, aguantándose los celos de saber que era ella quien había estado viviendo con Magnus por todo un mes.

El ojiazul se sentó en una se las sillas del corredor y dirigió su mirada hacia la puerta de la habitación de Woolsey. Aún estaba sorprendido, jamás pensó que, después de todo lo que había pasado, vería a Magnus visitando al periodista. Debía resaltar que a primer vistazo había sentido que estaba soñando y no se había detallado en nada; pero cuando Magnus lo llamó por su nombre completo, fue cuando se dio cuenta de que había algo diferente en el moreno. Aparte del hecho de que estaba vistiendo alegremente con ropa diseñada por Camille, también su expresión pareció haber cambiado. Ya no había humildad, había mirado a Alec directamente a los ojos y con la barbilla levantada. Aunque, de todos modos, quizás solo habían sido imaginaciones suyas.

Sea como fuere, muy pronto lo descubriría. Magnus, en algún momento, debía atravesar esa puerta. Le daba curiosidad qué era lo que el moreno debía hablar con Woolsey, pero lo que más lo carcomía, era la necesidad de estar seguro de que Magnus estaba bien. Quizás no tenía derecho porque él mismo lo había sacado de su vida, y quizás Magnus lo odiaba, pero necesitaba saber, al menos para estar tranquilo.

Después de lo que le pareció una eternidad, finalmente la puerta se abrió, y Magnus salió. Alec contuvo el aliento, finalmente el momento había llegado, y el hecho de que su ex prometido se viera tan hermoso no ayudaba en nada a sus nervios.

—Bonito cabello— comentó porque fue lo primero que cruzó su mente, y porque tenía la mala costumbre de ser absolutamente sincero. Magnus parpadeó y llevó una mano a su cabeza, como si quisiera comprobar de qué colores tenía los mechones ese día. Eran magenta, lavanda y azul. Alec no estaba seguro, pero creía que aquellos coincidían con los colores de la bandera del orgullo bisexual.

—Gracias—respondió Magnus, pero no hubo sonrisa. Era como si el Magnus que se sentía halagado cuando Alec le hacía un cumplido, hubiera muerto. El ojiazul miró hacia sus manos sobre su regazo, sin tener la menor idea de qué debía decir ahora—¿A que viniste? —añadió el moreno. Alec no quería confesarle que había tenido la intención de venir a disculparse con Woolsey, porque sus acciones violentas no era algo de lo que estuviera orgulloso.

—A hablar con Woolsey— respondió. No era mentira, pero faltaba verdad.

—A disculparte con él después de golpearlo— replicó Magnus, y Alec lo miró sorprendido— Ya no hay necesidad de que ocultemos la peor parte de nosotros mismos ¿No? —el ojiazul, por primera vez, entendió a Magnus. Que la persona que querías se enterara de tus peores errores se sentía como estar desnudo, totalmente expuesto y vulnerable a lo que podría llegar a pensar de ti. Solo que había una gran diferencia entre dejarse llevar por la ira y golpear a un hombre que ciertamente se lo merecía, a convertirse en el compañero sexual de alguien solo porque no conoces otro método de canje.

Magnus notó el silencio de Alec, pero no hizo comentario al respecto.

—No te preocupes, Woolsey no sacará una historia de esto. Estoy seguro—añadió en su lugar.

—Tú...— "¿Hiciste un trato con él?" se vio tentado a preguntar, pero no lo hizo al darse cuenta de que eso podría ofender a Magnus. Sin embargo, no tuvo que terminar la frase para que Magnus entendiera lo que quería decir.

—No— respondió impasible— Si publica esto, no tendrá ningún poder sobre ti. Por eso es que no lo hará. Él te necesita todo el tiempo, porque las noticias sobre ti es lo que le da de comer—Alec, a pesar de que estaba muriéndose de los nervios, estaba sorprendido. Casi no reconocía a la persona que tenía parada frente a él.

La resistenciaWhere stories live. Discover now