Capítulo 3

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Al día siguiente Alec, como de costumbre, despertó temprano para ir a la empresa. Tenía tanto dinero que ni siquiera era necesario hacerse presente, pero lo hacía más que todo para usar el tiempo haciendo algo. Sus padres y hermanos estaban viajando, los primeros por negocios y los últimos por unas eternas vacaciones, y él, al quedarse en la ciudad, era el que debía estar al frente de los negocios. Pasar el tiempo en la mansión sin saber cómo estaban avanzando las cosas simplemente lo enloquecería.

Salió de su habitación y bajó al comedor a sentarse a esperar el desayuno. Unos minutos después Jordan salió de la cocina cargando la bandeja.

—Buen día, Alec— saludó alegremente el castaño mientras hacía equilibrio. Alec lo observó con una sonrisa. En realidad, Jordan era un muy buen chef profesional, pero se había enamorado de Maia al llegar a trabajar en la mansión Lightwood. El chico había querido saber sobre lo que consistía la vida de la chica, y con permiso de Alec ambos intercambiaron roles. Maia resultó ser una buena cocinera, y constantemente se podía ver a Jordan corriendo de un lado al otro con un plumero en la mano o cargando montones de ropa. Para Alec, esos chicos eran una inspiración. Algún día, quería tener una relación así.

—¿Y Clary? — preguntó el ojiazul.

—No tarda— respondió Jordan dejando la bandeja frente a su jefe— Hace poco me llamó, dijo que se le había hecho tarde y que iba a apresurarse, y que te mataría si te ibas sin ella— Alec soltó una risita.

—De acuerdo— dijo. Se acercó a su plato y se dispuso a comer, pero antes de hacerlo notó que Jordan aún no se había retirado, y parecía debatirse entre hablar o no —¿Pasa algo?

—La comida de Magnus...—respondió el chico. Alec, ante la sola mención de tal nombre, se irguió— Está en la cocina. ¿Quieres que se la lleve? —Alec soltó un pequeño gruñido y se puso de pie.

—Se la llevaré yo— respondió entrando decidido a la cocina, donde Maia picaba algunas frutas en cuadritos. A penas el jefe entró, la chica soltó un jadeo, soltó el cuchillo, y lo miró.

—Buen día, Alec— saludó nerviosa. No era que Alec no fuera una persona amable, es solo que Maia tenía la corazonada de que el ojiazul estaba harto de que ella cocinara, y mantenía silencio por pura educación.

—Hola Maia— saludó Alec, tomó la bandeja de la comida de Magnus, y volvió a salir. Jordan lentamente se acercó a Maia y notó el pequeño corte que la chica se había hecho en el dedo.

—Cálmate, ya te he dicho que Alec no te está supervisando— ella sonrió nerviosa.

—Fue inevitable.

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Alec se acercó a la habitación de Magnus con la bandeja en sus manos, y como siempre, abrió la puerta sin tocar. Estuvo a punto de hablar para despertar al moreno, pero se cayó de golpe cuando se detalló en que Magnus no estaba acostado, sino que estaba sentado en el suelo haciendo lo que para Alec era tallar madera. El moreno estaba usando una sudadera azul oscuro, y su cabello se veía húmedo, por lo que Alec supuso que hacía un rato se había duchado.

—Me alegra verte despierto— comentó acercándose a la mesa de noche y dejando ahí la bandeja— No tolero a las personas que se despiertan tarde.

—Lo siento por ti, pero yo justamente soy una de esas personas— respondió el de ojos verdes dorados, mientras acercaba un trozo de madera a su boca y soplaba, enviando millones de partículas de madera por el aire.

La resistenciaWhere stories live. Discover now