Capítulo 10

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Magnus gruñó, odiaba despertarse temprano, y aun así su organismo iba en su contra. Automáticamente se acercó hacia el calor de otro cuerpo sobre su cama, tratando de obligar al propio a volver a conciliar el sueño. Y estuvo a punto de lograrlo, pero recordó que ya no estaba en Londres, sino en Estados Unidos, y por lo tanto ya no tenía que dormir con nadie. Abrió los ojos y se paró de un salto. Jace, el hermano de Alec, estaba acostado en su cama. Sin ropa. Inmediatamente se miró a sí mismo, pero descartó la posibilidad de un error porque, primero, estaba vestido, y segundo, había estado completamente sobrio anoche.

Pero entonces ¿Qué demonios hacía el hermano de Alec en su cama?

Jace estaba profundo, con la respiración normalizada, un brazo bajo su cabeza y el otro sobre el cobertor, como si inútilmente hubiera intentado cubrir su pecho desnudo.

Un golpe en la puerta sacó a Magnus de sus pensamientos, y se giró hacia ella temiendo ser descubierto in fragantti. Aunque técnicamente no había hecho nada malo.

—Alec...—murmuró, sabiendo que no podía ser otra persona diferente al ojiazul, y antes de levantar alguna sospecha, corrió hacia la puerta para abrirla, agradeciendo mentalmente el hecho de que el chico extrañamente haya decidido golpear en lugar de simplemente entrar como siempre había hecho.

Llegó hasta la perilla, abrió la puerta rápidamente, se coló a través de ella, y la volvió a cerrar a su espalda, tratando de ocultar el interior de la habitación con su cuerpo. Alec tenía una mano elevada en el aire, como si hubiera estado dispuesto a tocar otra vez. Claramente era extraño que alguien te abriera la puerta un segundo después de tocar.

—Buen día— saludó sonriendo, como normalmente lo hacía.

—Buen día— Alec bajó su mano— ¿Pasa algo?

—No—mintió, no queriendo meter a Jace en problemas, o meterse él mismo—Es solo que madrugaste, no te esperaba tan temprano— Alec le regaló una pequeña sonrisa.

—No te sorprendas. A diferencia de ti, me gusta madrugar—Magnus notó que Alec ya estaba vestido con su traje gris, por lo que el ojiazul debió de haberse despertado mucho antes.

—Y sigo sin entenderlo—le respondió. Se cruzó de brazos, buscando parecer casual. No podía levantar alguna sospecha que hiciera que Alec entrara a su habitación. Al menos no hasta saber cómo llegó Jace ahí— ¿Entonces vamos a hacer esa lista?

—Sí, podemos hacerla en el estudio— respondió el chico, y se giró para empezar a caminar por el pasillo. Magnus le dio una mirada a la puerta de su habitación. Con Alec ahí, no podía simplemente entrar. Tendría que esperar a que Jace despertara para discutir las cosas, por lo que siguió a Alec hacia el estudio, aquel lugar de la mansión al que nunca había entrado.

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Una vez que llegaron, Alec cerró la puerta para darles un poco de privacidad. Era muy temprano como para que alguien más estuviera despierto, pero aun así no quería que nadie los interrumpiera. Después del maravilloso día que había pasado ayer (porque debía aceptarlo, haber ido de compras con Magnus le había encantado) y sumándole la culpabilidad que aún sentía por haber dejado solo a Magnus en su momento de mayor debilidad, lo habían puesto a pensar. Anoche, después de cenar con sus hermanos, había pasado un buen rato meditando las cosas, y había llegado a una conclusión: Magnus no era una mala persona, le agradaba, y haría todo lo que estuviera en sus manos para mejorar su relación con él. Quería ser su amigo.

La resistenciaWhere stories live. Discover now