Capítulo 41

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Alec se quedó con la palabra en la boca cuando escuchó la pregunta de Magnus. Claro que quería casarse con él, pero no había sido su intención decirlo así, usándolo como argumento en una pelea con Camille.

De pronto, ya no había ningún ruido en la habitación. Todas las miradas, incluyendo la de Magnus, estaban fijas en él, pendiente en su respuesta. Y de todas, la única que sentía que estaba fuera de lugar era la de Camille. No quería a esa mujer ahí.

Testarudo, se cruzó de brazos y apretó la mandíbula.

—Antes de responderte, déjale a Camille las cosas claras—su voz sonó firme y autoritaria. Magnus, sabiendo que aquello era lo correcto, suspiró y se giró hacia la rubia.

—Camille...

—No te dejes influenciar por él— anticipó ella— Recuerda lo que aprendiste de Dot. No lo necesitas para ser feliz, eres independiente y no tienes que escucharlo—Isabelle y Jace se movieron hacia Alec, quizá para apoyarlo a reunir la fuerza de voluntad necesaria para no saltar por encima de la camilla y ahorcar a Camille con sus propias manos— Sé que dices que lo quieres. Pero, Magnus, Alec fue una pequeña luz después de lo que hacías en Inglaterra. Un respiro. ¿Estás seguro de que no estás confundiendo tus sentimientos? Quizás solo estás agradecido con él.

—Estoy agradecido contigo—objetó— Y eso no significa que quiera ser tu esposo. Con Alec es diferente— el ojiazul sintió ganas de inflar el pecho y levantar la barbilla con una sonrisa victoriosa hacia Camille, pero no lo hizo simplemente porque no quería entrometerse.

—De acuerdo, entiendo— Camille suspiró resignada— Sabes que solo me preocupo por ti, pero si eso es lo que quieres, entonces adelante. Cásate con Alec.

—Además...—continuó Magnus, y miró nerviosamente hacia la sábana blanca que empezaba desde su abdomen y terminaba en sus rodillas—Tengo mido de herirte, pero Alec tiene razón. Es mejor dejar las cosas claras. Yo no voy a intimar contigo, no voy a embarazarte, y ni siquiera volveré a tu mansión. Te agradezco por todo lo que has hecho por mí, pero...

—¿Qué? —Camille miró a Alec con sus ojos verdes ardiendo en rabia— ¡¿Qué le dijiste?!

—¡Nada! —respondió el ojiazul a la defensiva— Magnus nunca aceptó tener un hijo, yo no tuve nada que ver en eso. Además, creí que eso ya se lo había dicho él. No entiendo por qué sigue teniendo la esperanza—Camille soltó el aire por entre sus dientes y luego volvió hacia Magnus, agachándose a la altura de su rostro. Alec tuvo que contenerse para no acercarse y empujarla lejos.

—Tú eres un hombre honorable—empezó ella— No te obligaré a nada, quiero que tú mismo decidas hacer esto. Ten en cuenta todo lo que he hecho por ti. Yo fui quien pudo dar con ustedes dos. ¿No te importa que ahora tu Alec esté a salvo? Eso fue gracias a mí—Alec abrió la boca, pero Isabelle le sostuvo la mano con fuerza en señal de advertencia mientras lentamente negaba con la cabeza.

—Te lo agradezco todo, pero no—Camille jadeó y se alejó— Entiéndeme, no puedo venderme de nuevo como pago por algo.

—Pero... pero esto no es venderte. Yo solo...—la puerta de la habitación se abrió, y Camille se cayó de golpe mientras miraba quién había llegado. Woolsey Scott caminó elegantemente al interior de la habitación siendo seguido de cerca por un muchacho de traje negro y lentes oscuros. Alec apretó los puños de sus manos "justo lo que faltaba".

—Te ves horrible— comentó el periodista mirando a Magnus de arriba abajo. Acercó su mano a las piernas envueltas en yeso, y dio un pequeño golpe al material, luego miró la reacción de Magnus. Sonrió al ver que no hubo dolor— Pero no estás tan mal como para no asistir al Praetor Lupus. Los señores Lightwood irán este sábado para ayudarme a cubrir lo que ocurrió desde afuera, y luego tú asistirás para cubrir lo que ocurrió adentro. Estamos hablando de dos días encerrados, estoy seguro de que algo interesante pudo haber pasado— el rubio levantó la mirada y la clavó en el ojiazul— Invitaría a Alec, pero seguramente es capaz de rechazar la invitación, y luego de tomar la jeringa de esa mesa y enterrarla en mi cuello.

La resistenciaWhere stories live. Discover now