Capítulo 40

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Alec abrió lentamente los ojos, intentando acostumbrarse a una cegadora luz blanca que, sentía, le iluminaba directamente a la cara. Un vistazo fue suficiente para comprobar que la luz provenía de varios bombillos en un techo blanco, y por lo que recordaba, el sótano del casino no tenía techo blanco.

Se removió cuando sintió los músculos acalambrados, sintiendo la grata sorpresa de que se encontraba acostado sobre una cómoda y mullida superficie, que definitivamente no era el suelo de madera.

—¿Alec? —esa era la voz de Isabelle. El ojiazul se sentía demasiado cansado como para alegrarse del hecho de tener a su hermana con él, por lo que simplemente abrió los ojos, giró el rostro, y la contempló sentada en una silla y con una expresión preocupada—¿Cómo te sientes? —pasó la mirada más allá de ella. Aquello parecía la habitación de un hospital, y a juzgar por el tenue ardor en su brazo, sospechaba que le estaban haciendo una trasfusión de sangre.

Hubiera querido responderle algo a Isabelle, pero no se sentía lo suficientemente descansado para hablar, por lo que cerró los ojos y de nuevo se dejó llevar por el sueño.

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—Oye, despierta— alguien le movió por el hombro, haciendo que se removiera incómodo.

—Jace, déjalo— habló Isabelle.

—Pero tiene que comer— se defendió Jace. Alec gruñó, abrió los ojos, y empezó a sentarse, nuevamente intentando acostumbrarse a tanto blanco a su alrededor. El rubio, al verlo, sonrió orgulloso. Isabelle estiró las manos frente a ella, como si temiera que Alec en algún momento se debilitara y se cayera contra el colchón. Aquello no pasó— Bienvenido a la vida, bello durmiente—saludó su hermano.

—¿Te sientes lo suficientemente fuerte como para sentarte? —preguntó Isabelle—Puedo levantar la cabecera de la camilla, si quieres.

—No es necesario— habló Alec, y se sentó definitivamente, dejando caer sus brazos sobre sus muslos. Tenía puesta únicamente una bata de hospital, se encontraba en una camilla individual con sábanas blancas, y en su brazo derecho había un catéter que llegaba a un tubo, conectando su vena a una bolsa con un líquido trasparente y espeso en una especie de perchero—¿Qué es eso?

—Plasma—dijo Izzy.

—¿Qué pasó? ¿Cómo llegué aquí? —Jace se puso de pie, se acercó a la mesa de noche, y tomó una bandeja con comida. Alec le dio una mirada a lo que había servido: pollo, arroz, ensalada de brócoli y zanahoria, gelatina, y jugo de fresa.

—Tú y Magnus duraron dos días desaparecidos. Camille contrató un investigador privado que dio con Seelie Queen, quien recomendó que revisaran los casinos de Jonathan en Nueva York. Lo hicieron y, según lo que nos dijo Meliorn, tú y Magnus estaban encerrados en el sótano de uno, tú desangrándote en el suelo, y él desmayado a unos cuantos pasos de ti.

—Aún no han encontrado a Jonathan— intervino Isabelle, y se sentó en la orilla de la camilla—Pero Clary me dijo que Luke había detenido a Seelie. Hasta que no aparezca Jonathan, no pueden llevarla a juicio—Jace también se sentó en el otro lado de la camilla, y pinchó con el tenedor un arbolito de brócoli.

—¿Cómo está Magnus? —preguntó, haciendo que el rubio sonriera.

—Sabía que preguntarías eso— estiró el brazo, y Alec recibió la comida mientras lo escuchaba atentamente— Está en la habitación 302, cerca de aquí. Despertó ayer, y fui a verlo, encontrándome con que Camille estaba pegada como una garrapata. Al parecer, tiene la loca idea de que Magnus aceptará darle un hijo solo porque ella hizo que pudiéramos encontrarlos a ustedes dos—Alec abrió los ojos al tiempo que Jace metía un poco de pollo a su boca— No es que desconfíe de Magnus, pero por si acaso dejé a Clary a su cuidado, solo por si Camille intentaba violarlo o algo así— Jace rió, pero al darse cuenta que nadie más lo hacía, borró su sonrisa— Como sea, Clary y Camille están con él en este momento.

La resistenciaWhere stories live. Discover now