Capítulo 39

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Ya había pasado un día. Gracias al video de las cámaras de seguridad del Praetor, la policía pudo registrar el número de las placas del auto en el que Jonathan había huido llevándose a Magnus con él, y estaban buscando el vehículo por todas partes. No había habido señales ni de Jonathan, ni de Magnus, ni de Alec, cuyo celular aún parecía que no tenía señal. La mayor teoría era que Magnus y Alec, donde sea que se encontraran, estaban juntos. Pero ni siquiera eso se podía confirmar.

Una vez más, los Lightwood entraron a la estación de policía. Meliorn, el contacto de Isabelle y quien estaba a cargo del caso, los vio entrar y suspiró cansado. Antes de que alguno hablara, él levantó la mano.

—Aún no tenemos nada.

—¡Han pasado un día! —se quejó Maryse. La mujer había estado más estresada que nunca, no solo estaba preocupada por el paradero de su hijo, sino que aquella situación los había desentendido de las responsabilidades de la empresa. Además, tenía a todos los periodistas detrás haciendo preguntas. Incluso Woolsey Scott había tenido el descaro de invitarlos el siguiente sábado al Praetor Lupus para contar lo sucedido, en caso de que Alec no hubiera aparecido para ese entonces. Maryse había tenido ganas de darle una buena bofetada, pero lamentablemente el periodista ahora contaba con un joven y bello guardaespaldas al que llevaba a todas partes, por lo que, lo más gentil que pudo, les cerró la puerta en la cara.

—Lo sabemos, señora—dijo Meliorn impasible—Pero Jonathan es astuto, no hemos podido dar con él. Mientras tanto, hemos clausurado todos sus negocios y congelado sus cuentas bancarias. Resulta que mucho dinero que manejaba, era ilícito. Varios de sus establecimientos, los menos destacables, eran prostíbulos ilegales, donde incluso se atrevían a vender alcohol adulterado. Varios de sus casinos ni siquiera contaban con una licencia de juego o de licor—Maryse rodó los ojos.

—Eso no me importa. Si el muchacho fue lo suficientemente astuto para abrir casinos ilegales frente a sus narices, no es de mi interés. Tolo lo que quiero que hagan es que encuentren a mi hijo, y que lo hagan rápido.

—En eso estamos, señora.

—Meliorn— intervino Isabelle con una voz mucho más amable que la que había usado su madre— ¿No tienen nada? ¿Absolutamente nada?

—No, Isabelle, lo lamento— ella bajó la mirada desilusionada— Aunque si tenemos una alternativa. Estamos considerándola—Jace, detrás de su hermana, frunció el ceño.

—Espero que no sea abandonar el caso.

—No, claro que no— uno de los policías junto a Meliorn, dio un paso adelante—Sabemos que no es ético, pero dado que no tenemos pruebas, debemos al menos investigar lo que Woolsey Scott dijo en su programa de chismes. Según él, Jonathan trabajó junto con Seelie Queen, su anterior abogada, y ahora ella se encuentra en Inglaterra. En cuanto podamos hacer una orden internacional de captura, podremos enviar a nuestro equipo a buscar a la mujer, y a investigar en caso de que el joven Morgenstern también esté allá— Isabelle abrió los ojos, eso era muy alentador.

—¿Y que están esperando?

—Para hacer ese tipo de orden, necesitamos una declaración formal—intervino Meliorn— No podemos enviar a nuestro equipo a otro continente solo por suposiciones. Sin embargo, el señor Scott se niega a hablar con nosotros.

—¿Qué? —preguntó Jace, no pudiendo entender cómo era posible que Woolsey, después de todo, se negara a ayudar cuando más se le necesitaba.

—Dice que ya hizo lo que tenía que hacer, y que no pondrá su vida en peligro.

—Ese idiota...—gruñó Isabelle molesta.

—Va a declarar, quiera o no— amenazó Jace, y miró a su hermana— Vamos a buscarlo, Izzy— la chica asintió decidida. Meliorn los miró preocupados, conocía el temperamento de esos dos, y no dudaba de que aquello fuera a terminar en problemas. No quería tener que arrestarlos por lesiones personales.

La resistenciaWhere stories live. Discover now