Capítulo 33

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Alec volvió a su casa cuando ya era de madrugada, y aunque esta vez no había consumido una gota de alcohol, si sentía que estaba en otro planeta gracias a los residuos de adrenalina que el juego había dejado en él. Podía jactarse de que aquella noche lo había ayudado a distraerse, y por momentos olvidó lo que había vivido en el hospital con Magnus. No quería enviciarse solo para olvidar, pero sabía que el juego era mucho mejor que intentar olvidar con alcohol o con drogas, y de todos modos necesitaba distraerse ahora que no podía hacerlo en la empresa.

Mientras cruzaba la puerta de entrada, miró el reloj en su muñeca. Eran las tres de la mañana, lo que significaba que ya estaba en el día de su boda. Miró la sala oscura, y pudo imaginarla iluminada, con la comida, los invitados, los camareros, la música, y por supuesto, a Magnus sonriendo emocionado en medio de todo, quizás haciendo conversación con alguien, o quizás intentando arrastrar a Alec al centro del salón para que juntos bailaran algo.

Sacudió su cabeza e intentó alejar esos pensamientos; y luego, caminó hacia las escaleras. Casi se mata de un infarto cuando Jace se puso de pie y lo miró desde uno de los escalones.

—Bonita forma de llegar a una casa decente— riñó. La verdad era que Alec había llegado bien, pero con solo haber puesto un pie en la mansión, sus horas de distracción se habían ido a la basura, por lo que estaba algo enojado.

—Déjame en paz— intentó pasar a Jace, pero su hermano se lo impidió.

—¿Estabas con Jonathan? — Alec suspiró sintiéndose de repente como si de nuevo fuera un niño dándole justificaciones a Maryse.

—Sí.

—¿En un casino? —miró al rubio con el ceño fruncido.

—Eso no te incumbe.

—Entonces es verdad— Jace suspiró y usó una de sus manos para acomodar su cabello— Magnus estuvo aquí, preguntó por ti y te esperó. Nunca llegaste así que Izzy y yo lo enviamos a casa— Alec parpadeó, intentando despabilarse ¿Habrá sido posible que hubiera escuchado mal?

—¿Mag... Magnus estuvo aquí?

—Sí— inhaló y exhaló lentamente, intentando auto controlarse.

—¿Y qué quería? —Jace se encogió elegantemente de hombros.

—Solo dijo que quería hablar contigo, y que mañana... osea hoy, volvería en la noche—Alec no podía creer aquello, era demasiado bueno para ser verdad, pero entonces recordó que el Magnus del hospital no se parecía al hombre del que se había enamorado, y que el moreno estaba mucho mejor que cuando estuvo a su lado. No podía hacerse esperanzas, porque no quería terminar con el corazón más destrozado de cómo lo tenía.

—No quiero verlo.

—Si quieres, no te hagas el difícil. Y ni siquiera tienes que ir a buscarlo, solo asegúrate de estar aquí para cuando...

—¡No quiero verlo! Nosotros no tenemos nada de qué hablar—Jace lo miró sorprendido.

—Alec...

—Buenas noches— el ojiazul pasó a su hermano y se dirigió a su habitación.

Una vez solo y sin nadie que lo viera, se dejó caer sobre la cama y hundió su cabeza en la almohada, la cual hace tiempo que había perdido cualquier aroma que no fuera el propio. De hecho, ahora aquella habitación no tenía nada que le recordara a Magnus, lo que era mejor para su corazón, pero no lo saciaba.

Claro que quería volver a ver a Magnus, pero no estaba seguro de que fuera una buena idea. Además ¿Magnus por qué lo estaba buscando? No podía pensar con claridad, y lo único que vino a su cabeza fue que, tal vez, solo tal vez, el moreno lo quería de vuelta; algo quizás iluso y sin fundamentos, pero hermoso al mismo tiempo.

La resistenciaWhere stories live. Discover now