Capítulo 4

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Los hermanos Lightwood estacionaron el lujoso auto enfrente de la enorme casa y el rubio apagó el motor.

—Llegamos— le informó a la chica. Ella miró hacia la ventana, donde tenía una vista de los amplios jardines de la casa Herondale en Inglaterra. El sol estaba en lo más alto, y estaba tan brillante que le daba a las plantas un color amarillento. Definitivamente ese no sería el tipo de día que ella elegiría para hacer una visita. Tal vez sí lo elegiría para ir a la playa o a un spa.

—Me debes una— le advirtió a su hermano.

—Tú me debes miles— repuso Jace y se bajó del auto. Isabelle tardó un poco más de tiempo mientras buscaba dentro de su bolso sus lentes oscuros, pero después imitó a su hermano y ambos caminaron hacia la casa.

—España— habló ella acercándose a la puerta y tocando el timbre— Deberíamos estar en España, nuestros padres están en España ¿Por qué aún estamos en Inglaterra?

—Porque no puedo dejar el país sin visitar a mi abuela— contestó Jace.

—Tienes suerte de que tu abuela me agrade— respondió la chica. Unos momentos después la puerta se abrió, revelando a una mujer que se notaba que ya estaba en sus años, pero que hacía un esfuerzo para no aparentarlo. Su cabello rubio, igual al de Jace, estaba recogido en una alta coleta, usaba una camisa negra con escote, y una chaqueta y pantalón blanco. Isabelle la recorrió con la mirada hasta llegar a los zapatos, donde la mujer usaba los mismos tacones de marca que ella— Sandra Melz, Colección de verano— reconoció, y señaló sus propios tacones exactamente iguales— Debes esforzarte más la próxima vez, Imogen— La mujer llevó una mano a su cintura y miró a la chica con una sonrisa.

—Aún me pregunto cómo es que lo haces.

—Una de las ventajas de haber pasado horas de mi vida en las empresas Lightwood— se jactó ella.

—¿Van a regresar pronto? Seguro tienen al pobre de Alec a cargo de todo.

—Alec es el más responsable, de todos modos— respondió Isabelle. Se acercó para darle un beso en la mejilla a la mujer, y continuó para entrar a la casa.

—Hola abuela— saludó Jace. La mujer le sonrió y lo acercó para darle un abrazo.

—Mi niño querido, me alegra mucho que hayas decidido venir a visitarme, hace meses que no nos veíamos. Te he extrañado muchísimo.

—También te he extrañado— respondió Jace. La mujer terminó el abrazo y puso una mano en el hombro del chico para invitarlo a pasar.

Imogen solo era abuela de Jace, pero no tenía ningún poder legal sobre él. Los señores Herondale habían muerto cuando Jace aún era joven, y la custodia había sido dada a los mejores a amigos de ellos, es decir a Robert y Maryse Lightwood. Imogen amaba a su nieto, pero estaba feliz con aquella decisión legal, ya que Jace podría crecer en un ambiente estadounidense y en cómodas condiciones, y ella podría seguir disfrutando de los placeres de la vida.

Los tres entraron y se sentaron en el sofá, donde Isabelle se quitó sus lentes y los mantuvo en sus manos.

—¿Y dónde estaban esta vez? — preguntó Imogen.

—Llevamos un buen tiempo aquí en Inglaterra— respondió Jace— Alec nos había hablado de su propuesta de hacer una sucursal aquí, así que aprovechamos para hablar con tiendas de ropa por si les interesaba tener a las empresas Lightwood como proveedor.

—¿Y? — instó la mujer.

—Creo que pensaban que era demasiado bueno como para ser verdad— continuó Isabelle— Seguramente habían escuchado de nosotros, pero la mayoría de ellos dijeron que preferían esperar a ver si realmente vamos a crear la sucursal. Tiene sentido.

La resistenciaWhere stories live. Discover now