Capítulo 15

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Una vez que la silueta de Magnus se perdió en el corredor del segundo piso, Alec soltó un gruñido y cubrió su rostro con sus manos. Jace observó a su hermano, preguntándose qué podía hacer por él.

— Quisiera hacer polvo a Jonathan con mis propias manos— Isabelle lucía realmente molesta, y Jace entendía el por qué: Sabía que su hermana había estado muy emocionada por planear la boda, y ahora todo se había ido a la basura.

—¿A Jonathan? —preguntó Maia confundida. Ninguno de los empleados sabía la razón de la cancelación de la boda, y obviamente Isabelle lo había atribuido a la visita del rubio.

—Estuvo aquí—contó la chica.

—¿Quién es Jonathan? —preguntó Simón.

—Alec—llamó Jace, y el ojiazul bajó las manos de su rostro para verlo— ¿Podemos hablar un momento? —Alec caminó hacia él. Jace se puso de pie, y ambos se acercaron a la baranda de las escaleras para que nadie más pudiera oírlos, mientras que Isabelle se acercó a los empleados para contarles la parte de la historia que ella conocía, añadiéndole la explicación de quién era Jonathan a Simón.

—¿Qué? —preguntó Alec. Jace le escaneó el rostro, y luego miró hacia el techo sonriendo irónico.

—Es increíble que yo vaya a decirte esto, pero creo que sí deberías casarte con él—Alec frunció el ceño.

—Jace, nosotros no somos nada.

—Lo sé, ya entendí esa parte. A lo que quiero llegar es que ambos parecen muertos, y quizás antes no se querían y pensaban que estaban obligados, pero al menos sonreían—el ojiazul miró hacia un lado, pensativo— No tienes idea de lo que me cuesta estar diciéndote esto, lo mío no es dar consejos amorosos. Y tampoco me hace mucha gracia el pasado de Magnus, ¡Pero vamos! A ti eso no te importa ¿Verdad?

—No.

—¡Ahí está! Mira, Inglaterra queda muy lejos, después de un montón de agua, y después de horas de viaje. Magnus, cuando llegue allá, va a volver a su antigua vida, dejará de ser tu prometido y se convertirá en un desconocido. Una vez que él cruce esta puerta, ustedes nunca más se van a volver a ver. —Alec parpadeó hacia él, dándose cuenta de que tenía razón— No sé si deberían casarse o algo, pero ¿Acaso no quieres volverlo a ver?

—¿Pero qué puedo hacer? —Jace sonrió maliciosamente.

—Oblígalo a hablar contigo. Yo le sostengo los brazos, si quieres. —Alec hizo una media sonrisa, y a Jace le pareció cómico el hecho de que, siendo como era, su hermano parecía estar considerando esa opción.

—No puedo hacerle eso— argumentó finalmente — Él ha sufrido mucho aquí.

—¿Y crees que volviendo a su casa será feliz? —replicó el rubio— Si quieres que se vaya, lo entiendo y lo acepto. Es más, le ayudo a cargar las maletas a la puerta y le canto una canción de despedida. Pero piénsalo bien, éste momento es crucial, y no quiero que después te arrepientas de lo que hiciste o de lo que no hiciste—Alec se mordió el labio y miró frustrado hacia las escaleras.

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Magnus se quitó la ropa, y se colocó una cómoda sudadera. Trataba de convencerse a sí mismo de que no estaba haciendo tiempo, sino que simplemente no podía salir a la calle usando una camisa totalmente destrozada.

Tomó su linterna y la guardó en el bolsillo; caminó hasta el otro lado de la habitación y agarró su bastón; y finalmente se dio la vuelta y miró alrededor. Había terminado, ahora la habitación estaba igual a como la había visto la primera vez: totalmente vacía.

La resistenciaWhere stories live. Discover now