Capítulo 34

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Flashback

Alec estuvo esperando a Magnus por horas. A pesar de que fingía estar dormido, tenía los sentidos alertas por si Maia llegaba a golpear para informarle que el moreno lo estaba esperando abajo. Aún no sabía que haría si eso ocurría, una parte de él quería responder "¡Ya voy!" y salir corriendo a su encuentro, pero la otra quería seguir fingiendo estar dormido hasta que la chica no tuviera otra opción salvo retirarse, lo que significaba que Magnus eventualmente se marcharía.

Aun así, esperó. Tenía la sensación de que el tiempo estaba pasando increíblemente lento ya que nada ocurría, pero en un punto levantó la cabeza y miró le reloj. Eran las diez; demasiado tarde para la hora a la que suponía que el moreno iba a regresar. Frunció el ceño y volvió a golpear la cabeza contra el colchón, se supone que no había estado esperándolo ¿Entonces por qué le dolía haber sido plantado?

Unos pocos minutos después, se hartó de su propia miseria. Si seguía así, anhelando aquello por lo que una y otra vez se negaba a luchar para tenerlo de vuelta, se iba a hundir más de lo que ya estaba. Se levantó de la cama y tomó un abrigo de su armario. Salir era muchísimo mejor que pudrirse en medio de lágrimas sobre su cama.

Sin decirle a nadie, ni siquiera a Jonathan, se dirigió al casino; y aprovechando que ahora estaba solo, empezó a jugar y a beber, revelándole a desconocidos cuán destrozado se sentía. Ocasionalmente algunos hombres y mujeres indecentes se acercaban a él, puesto que por alguna razón un corazón roto era como un caramelo que atraía hormigas; sin embargo, él los rechazó de una forma no muy amable. Tenía la corazonada de que todos habían empezado a reconocerlo dentro del casino, seguramente calificándolo como el chico que siempre estaba de mal humor, por lo que no entendía por qué seguían insistiendo en portarse amables, o hasta coquetos con él.

Las horas pasaron en medio de cartas, dados, sonrisas lascivas, y whiskey. Ahora se encontraba sentado en la barra del bar, esperando por su bebida como si se tratara de un revitalizante que le daba energías para seguir jugando. En eso, entró una llamada a su celular. Se le pasó por la cabeza la tentación de no contestar, pero solo por si acaso, sacó el aparato y leyó la pantalla. A su madre definitivamente tenía que contestarle.

¿Hola? —su voz sonó ronca, por lo que se aclaró la garganta— Mamá.

¡¿Estás bien, Alec?! —exclamó ella preocupada, y Alec maldijo el sexto sentido de las madres.

Sí.

No es cierto, te escuchas extraño. Dime la verdad.

Su bebida— habló el bartman, y deslizó hacia Alec el vaso. Alec le agradeció con un asentimiento y luego volvió a enfocar su atención en escuchar los gritos de su madre— Alexander Lightwood, estás en un bar ¿No es así? Creí que había hecho un buen trabajo contigo al criarte como un hombre responsable, no alguien que se emborracha al primer corazón roto.

No estoy borracho— señaló, aunque tuvo que esforzarse en pronunciar.

Lo que significa que sí estás en un bar— comentó ella— Dime, hijo, ¿En realidad te duele tanto lo que pasó con Magnus, o solo intentas llamar nuestra atención? —aquello le dolió, y no por la parte en la que su madre lo trataba como a un niño de 5 años, sino porque se dio cuenta de dónde estaba y de lo que estaba haciendo. Se desconocía a sí mismo; cuando había estado al frente de la empresa a pesar de sus inseguridades, se había autodenominado como alguien valiente, pero ahora esa imagen se había venido abajo porque ningún valiente se refugiaba en el juego y el alcohol en lugar de enfrentar su realidad, independientemente de cuan dolora sea esta.

La resistenciaWhere stories live. Discover now