El regreso

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A pesar de que el banquete preparado especialmente para ese día era exquisito, el mago había perdido el apetito posiblemente porque era la primera vez en varios años que el jugador fantasma osaba a rechazarle una invitación a cenar. Involuntariamente alzo la mirada hacia donde usualmente se sentaba su ferviente compañía, había un campo vacío en ese asiento y en su misma alma porque aquella figura fantasmal no estaba, el sórdido sonido de la nada empezaba a sumergirlo en una soledad devastadora.

¿Qué pasaba?- se decía a si mismo mientras pinchaba la comida con el tenedor.

Acaso ¿Extrañaba la insignificante criatura celestial?

Su mente entraba en un estado de negación, no quería aceptar que Kuroko se había adueñado de su cordura y se había convertido en alguien fundamental en su existencia trastornada. La excusa perfecta para justificar su deseo porque la sombra estuviese presente era que detestaba estar solo e incluso buscaba mujeres que calentaran su cama aunque ningún ser permanecía mucho tiempo en su tórrida vida excepto por supuesto el jugador fantasma, quien resultaba tener un record de aguantarse al demonio y tenerle paciencia.

¡Que contradicción el alejar a todos y al mismo tiempo temer del aislamiento!

El bravucón conocía la diferencia entre pasar el tiempo con un cuerpo caliente en una desenfrenada noche de pasión o el permanecer con alguien que brinde calidez en la fría coexistencia, alguien con quien despertar por las mañanas o con quien ver el atardecer.

Tener a una persona así a veces es relativamente malo porque te aferras tanto que duele si no está, esperas siempre que regrese y parece como si no pudieras vivir sin este individuo el cual se adueña de tus sentidos o tus más profundos pensamientos.

Cuando te acostumbras a una persona al grado de que hasta el silencio parece confortable en su compañía, como la soledad parece desaparecer junto a los pequeños gestos de su rostro.

¡Si te hace falta esos detalles en tu vida simplemente estas perdido o bien jodido!

Precisamente ese niño de ojos color cielo se las ingeniaba llenando el vacío sepulcral que había en su alma, se colaba en su piel y en las entrañas.

Solía preocuparse porque Kuroko podía volver con sus antiguos amigos en cualquier momento abandonándole tal como Elizabeth lo hizo alguna vez y claro, no lo dejaría ir tan fácil menos en los brazos de los despreciables monos enemigos.

No cometería el mismo error dos veces.

Camino hacia su habitación y de pronto se detuvo al ver la puerta media abierta de la recamara del jugador fantasma; pudo notar que aquella sombra yacía mirando por la ventana con melancolía, observo su largo cabello azotado por el viento, la luna parecía apegarse a su pálida piel de porcelana y todo lo que estaba pensando se perdió en la noche, las palabras quedaron atrapadas en el silencio.

Estaba al corriente de lo que pasaba como si pudiese oler una tristeza desprendiéndose de la piel del muchacho inocente, resultaba innegable que Kuroko sufría por amar al adverso, por no poder odiar algo que lo lastimaba diariamente quizás les extrañaba de forma intensa y dolorosa.

Envidiaba a esos monos, al advertir la devoción que les tenía la sombra.

Nash fue tentado a llevarse lejos al hombre con poca presencia, para que no pudiese rencontrarse con su antiguo equipo, para que no despertaran los viejos sentimientos que el fantasma tenia hacia ellos no obstante había planeado la venganza desde hace mucho tiempo, no iba a dar marcha atrás por un pequeño problema de posesividad o el recién estúpido afecto que le venía teniendo a ese rebelde.

La sombra del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora