Afrontar

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Cuando el rey del hielo sufre, el cielo se oscurece y las sonrisas se convierten en lágrimas.

Por primera vez en su vida la sombra abrigo el temor en su propia carne, se sintió vulnerable al no poder defenderse del bravucón por causa de esa terrible lesión que embargaba su vida de consternación, su mismo cuerpo temblaba ante las secuelas del cruel castigo que le proporciono Nash en la intimidad de su habitación sin embargo a pesar de la ira, del daño y la humillación percibió en esos ojos picaros una verdad, no sabía si estaba haciendo lo correcto creyendo las palabras de un hombre altanero pero necesitaba confiar en alguien, la situación ameritaba una tregua para ambas partes, estar cómodos consigo mismos sobretodo porque convivían juntos así que lo más adecuado sería mantener la calma y seguir adelante sin mirar atrás porque entonces constantemente querría volver al lugar donde una vez fue feliz.

Nash daba la impresión de estar arrepentido o se mostraba culpable por explotar en aquel ataque de ímpetu inclusive dejo que se quedara con el gato alias "Taiga". Le expreso que no volvería a causarle ningún daño físico al mismo tiempo que curaba sus heridas producidas por la rabia punzante y destructiva la cual embargo su ser como una llama apoderándose de su cordura.

A pesar de que el rubio parecía un espécimen rudo sin emociones de amor o compasión, Kuroko se preguntaba si ¿Podría ser capaz de sufrir por alguien o abrigar el cariño en sus entrañas? Quizás alguien como él también sentía el peso de la soledad muy dentro de su corazón, quizás su alma estaba atormentada por esa razón hacia infeliz a los demás individuos, dicen que las personas las cuales son agredidas suelen ser agresores pero bien no conocía a su torturador como para asegurar esas especulaciones o poder juzgarlo de forma conveniente pero conforme pasaba el tiempo averiguaría.

Si pudiese sanar esa herida incrustada como una espina dentro de Nash causada por perder el amor de su vida, era probable que este empezara actuar de forma más amena y por ventura dejaría de comportarse como un villano arrogante o un patán sin remedio.

El jugador fantasma se encontraba nervioso, no fue capaz de dormir en toda la noche por estar pensando en esa cirugía asimismo su amigo trabajaba en el área de terapia física en el hospital, mantenía la esperanza de verle nuevamente y conservaba una gran ansiedad al respecto. Se preguntaba ¿Cómo estaba? Si había cambiado o seguía siendo el mismo chico cálido de siempre.

Al día siguiente fueron a una tipo clínica bastante moderna por cierto, cuando estaban allí se dirigieron a un consultorio de color blanco donde la sombra reconoció a un doctor de unos treinta años, su cabello era oscuro, sonrisa casi perfecta con esos despampanantes dientes blancos, sus radiantes ojos eran de un color entre el azul y el verde, era bien parecido además de carismático. Amablemente reviso su pierna con cuidado, concentrándose en su trabajo y se mantenía hablando con Nash sobre la operación programada para ese día.

Kuroko observaba la puerta esperando que Ogiwara entrara en cualquier momento, suspiro perdiendo las ilusiones de verle parecía desesperado porque en esos momentos de crisis necesitaba alguien en quien apoyarse y apenas es que conocía al mago como para mostrar vulnerabilidad frente a él.

El doctor se dio cuenta que el adolescente dirigía su atención hacia un punto fijo en aquella habitación. Fue contratado porque hablaba múltiples idiomas de esa manera resultaba más fácil comunicarse con su nuevo paciente — ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

El pequeño no le contesto, su mirada lejana parecía explicarlo todo puesto que era una mezcla de emociones tanto el miedo como el anhelo y la ansiedad al futuro.

—Aun no me has dicho tu nombre— Dijo el otro hombre intentando hacer conversación y distraer al chico de sus constantes preocupaciones.

—Me llamó Kuroko Tetsuya— respondió tímidamente el joven fantasma.

La sombra del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora