Inquietud

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Aomine dio una caminata silenciosa en medio de las calles concurridas de Japón, era una tranquila noche, la quietud gobernaba el lugar. El moreno comúnmente era propenso a sentir calor pero ese día en especial únicamente tenía un frio estremecedor, no sabía si era a causa de estar mojándose al aire libre o por tener un peso extra en la espalda que destilaba agua congelada sobre su dorso haciendo que su cuerpo se erizara por completo.

A pesar de ser indiferente la mayoría del tiempo el jugador con talento natural era un hombre que protegía a sus amigos con ímpetu y Kuroko era preciado para él, no se dio cuenta como este pequeño individuo sin igual invadió su zona de confort de tal forma, destruyendo sus barreras, ni diviso en qué manera su vida cambió radicalmente después de conocerle, en definitiva había un antes y después de Tetsu.

Era ese impertinente el que cambio la forma manera de ver el mundo, el indivisible que logró colarse en su existencia sin ser detectado quizás era obra del caprichoso oráculo que guiaba un porvenir incierto.

Por esas razones su preocupación no disminuyo todo lo contrario aumento más y más a medida que pasaba el tiempo, el chico daba la impresión de estar enfermo, no pesaba nada sabía que los acontecimientos que sucedían eran culpa del idiota de Kagami desde que este se fue al extranjero, la sombra dejo de alimentarse parecía más deprimido y eso que había visto a Kise obligándolo a comer varias veces, fallando en el intento bueno no del todo, de vez en cuando la sombra le hacía caso al rubio.

No solo noto la desnutrición evidente también podía percibir su tranquilo respirar incluso el sonido de su corazón latiendo.

Era esa cercanía la que siempre existió entre ellos como un lazo forjado por el destino, no era para menos que fueran próximos después de todo eran amigos desde hace muchos años... Casi podían considerarse familia.

Había una cierta empatía latente.

Después de mucho pensar al fin llegaron al domicilio de Aomine, quien abrió la puerta con mucho costo puesto que su sombra estaba dormida en su espalda destilando gotas de agua por todo lado y era difícil poner la llave en la cerradura pero se las arregló para entrar a su casa después de unos minutos.

Bajo suavemente al pequeño de su espalda tomándolo de la cintura y apoyándolo en su contra, hasta la alfombra. Pensándolo bien no era un buen lugar para ubicar un individuo sin embargo estaba demasiado empapado además debía moverle de alguna manera para que este abriera los ojos.

Lo sostuvo en sus brazos para tratar de despertarlo mientras gritaba su nombre una y otra vez no obstante el joven misterioso nunca reacciono ante aquellas exclamaciones nada tenues.

Al ver que el hombre fantasma se encontraba profundamente dormido verifico que no tuviese la temperatura demasiado alta, puso su frente sobre la de este y luego su mano, dándose cuenta que estaba ardiendo el pobre chico a pesar de las manos se mantenían frías como témpanos de hielo podía calentarlas quizás con su mismo calor corporal. Aomine no tenía la menor idea de cómo resguardar a un ser tan delicado y frágil en ese estado vulnerable casi enfermo, en su vida había cuidado a un individuo con tanto esmero por esa razón no sabía qué hacer.

¿Debería arroparlo con algo?

Era sensato hacer eso así podía evitar que se refriara porque estaba seguro que aquel fatal augurio pasaría, a lo mejor debería secarlo aunque para eso era necesario quitarle la ropa en primer lugar y lo intento no obstante se dio por vencido antes de comenzar había desabrochado algunos botones de la camisa con torpeza casi desgarrando la ropa del espíritu celeste que yacía a mereced del brutal hombre que no era nada cuidadoso.

Al fracasar en ese aspecto cayó en cuenta que era mejor despertarlo no iba a poder desnudar a un niño inocente, de pronto pensó que lo estaba mirando demasiado tal vez el joven sin presencia era demasiado tierno incluso sus pestañas largas, su cabello pegado a su piel, su tez mojada pálida como de porcelana o de vainilla tal como olía daba la impresión de ser un pequeño ángel caído del mismo cielo a sus brazos.

La sombra del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora